En las alas del viento. Una aventura a bordo del Alba Plena
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. Fin.

6/13/2017

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Pasamos seis días en Horta, recorremos la isla. Está llena de hortensias, no en vano la llaman la Isla Azul, porque cuando florecen la isla se tapiza de este color. Habrá que volver cuando las hortensias florezcan, pues debe ser un espectáculo.
Son islas volcánicas, y de un verdor increíble, que nos recuerda a nuestra tierra.
Conocemos en persona a  Leo, del Atlántide, que navega con su amiga Amparo y con su amigo Pelu. A este último, en la maniobra de atraque, llegando a la marina de Horta, un mal salto al pantalán desde el barco (un catamarán Catana de 52 pies), le produce una fisura importante en el hueso del talón, con lo que el pobre debe volverse a Madrid para pasar por quirófano.
Salimos a cenar con ellos varias veces, para compartir experiencias. Leo ha cruzado más de veinte veces el Atlántico, en las primeras, no existían partes meteorológicos " Grib", ni Rueda de los Navegantes, ni nada. Después de cenar,cada noche, vamos al Peter's Bar, un lugar mítico en Horta, abarrotado de navegantes de todas las nacionalidades, ciertamente un ambientazo de locos compartiendo la misma locura: el mar.
Pendientes de la meteo, vemos que "la ventana" comienza el viernes 19 de mayo. No es una meteo óptima, en cuanto a que escaseará el viento, pero al menos no lo tendremos de proa y ni rastro de tormentas. Y es lo que buscamos, navegar tranquilamente hasta casa.
Así que, lavandería, pertrecho, gasoil al depósito, trámites de salida y el viernes, a las doce de la mañana, estamos saliendo de Horta rumbo a Vigo. Julio, el fiel Ron y yo. Tenemos una ligera brisa a 150 grados por estribor, largamos el génova atangonado y la mesana con una retenida, avanzamos a seis nuevos con rumbo de 50 grados norte. Cuando libremos las islas pondremos rumbo directo a Vigo.
Al doblar la isla Graciosa se entabla el viento entre los 16-18 nudos, ponemos rumbo a 80 grados, yendo así al través a 6/8 nudos de velocidad, vamos mejor de lo esperado, sin tener que recurrir al motor de momento. Por la noche cae el viento, pero nos mantenemos siempre por encima de los cinco nudos. 
A las 22 UTC nos conectamos por radio con La Rueda de los Navegantes, de Rafael del Castillo, un radioaficionado de las Palmas, histórico para los navegantes transoceánicos españoles, siempre dispuesto a facilitarnos la meteo y a compartir anécdotas. Coincidimos con Fernando, del Siesta, al que conocimos hace doce años, en nuestro anterior cruce del Atlántico. Por supuesto, también Leo, del Atlántide, que salió a la misma hora que nosotros y se dirige a Gibraltar, para luego volver a su puerto base en Mallorca.
A las tres de la madrugada el viento se anima. De forma que a las 12 UTC del día siguiente, llevábamos recorridas 180 millas en veinticuatro horas.
La navegación transcurre sin mayor novedad, la mar está muy tranquila y es muy placentera.
El domingo conseguimos pescar un precioso bonito de unos cinco kilos, lo desangramos, limpiamos y al congelador. 
Un error en el izado del Ballooner hace que preparemos maniobra para que Julio suba a tope de palo a recuperar la driza del mismo, pero decidimos esperar a que baje el mar un poco más. El viento empieza a escasear y motoveleamos. Aprovechamos para reparar el carro de la baluma en la botavara de la mesana.
Todas las noches nos conectamos a la Rueda de los Navegantes.
El lunes completamos la operación de subir al palo a recuperar la riza con éxito, aunque el palo se mueve bastante allá arriba y Julio tiene, prácticamente, que encaramarse con manos y pies al mismo.
Poco viento, el mar se va calmando y la navegación, aunque a ratos con el ruido del motor, se hace maravillosa. Parece que el mar quiere dejarnos un buen sabor de boca....quiere que volvamos!
El jueves 25/5,  a las 23 horas, estamos a la altura de Cabo Silleiro, estas últimas horas se hacen larguísimas... pero pronto entramos por la bocana Sur de la ría de Vigo, pasamos cerquita de las islas Cíes, reconociendo cada luz, cada contorno, a pesar de que es noche. Las luces de nuestra ciudad se nos ofrecen como las velas en un pastel de cumpleaños.
Es imposible transmitiros la alegría, el orgullo que sentimos de estar de vuelta en casa, sanos y salvos, y con el Alba Plena de una pieza.
En Barra nos esperan Manuel, Mónica y Pedro , del Sonora Dos, con Julia (por fin!) a bordo. Nos abarloamos; abrazos, lágrimas, emoción indescriptible...y champán y empanada, cortesía de nuestros queridos amigos.
Esa noche será histórica porque caen miles de rayos en la Ría de Vigo, nosotros ni nos enteramos, la felicidad y la tranquilidad de estar en casa (y sin tener que hacer guardias) hace que durmamos como piedras, literalmente.
Al día siguiente, después de comer, el Sonora se va y nosotros, Julio, Julia, Ron y yo, a bordo de nuestro querido Alba Plena, enfilamos hacia Bouzas, Vigo, nuestro puerto base, nuestro hogar.
Nos esperan Diego y Manu (que ya salen a recibirnos a la cabecera del puerto), Andrés, mis padres Paco y Luchi, Alberto Carballo y señora, Mayzito, José Montenegro, Sole y Alaïa, Susana Gestal y Susanita, Kako y Ana. Festival de abrazos, lágrimas, emoción, alegría.....
Y hasta aquí. Este será el último post de este viaje. He tardado en actualizar, porque de alguna manera, supone el definitivo punto y final de nuestro viaje. De nuestro sueño cumplido. Quedan en nuestras retinas y en nuestros corazones muchos recuerdos, muchos momentos buenos y alguno malo. Tantas personas maravillosas que hemos conocido. Tantos hermosos lugares. Diferentes colores, olores, sabores. El orgullo de habernos atrevido a cumplir nuestro sueño.
Gracias a todos por acompañarnos estos dos años. El saber que estabáis ahí ha sido muy reconfortante.
Desde nuestra casa, en Bouzas, Vigo, Galicia, España, besos, abrazos, amor.
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Hermosas Azores...

5/17/2017

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El sábado 22 de abril, a las ocho de la mañana, zarpamos de la Marina Municipal de Titusville, Florida. El reto, cruzar el Atlántico Norte, de Oeste a Este. Cada travesía es diferente, pero estudiados los mapas meteorológicos, leído diversa documentación al respecto, y escuchado/leído diversos relatos de otros navegantes, sabemos que este cruce poco o nada tiene que ver con el inverso, es decir, de África a América. Más largo, y bastante más complejo, debido a la meteo.
Enseguida toca pasar de nuevo por debajo del Max Brewer Bridge, esta vez Julio ha desmontado las antenas a tope de palo, pues el nivel del agua ha subido y unos centímetros pueden ser determinantes. De nuevo los puentes basculantes y la esclusa. A las 16 horas estamos ya en mar abierto. Rumbo directo a Bermudas. La distancia a cubrir en esta primera etapa será de 900 millas. Largamos trapo y vamos por encima de los siete nudos con 16/18 nudos por la amura de estribor. De esta forma, en las primeras doce horas recorremos 90 millas.
El domingo cae el viento, la velocidad del barco baja, aunque nos ayuda la potente corriente del Golfo. A las 11 de la mañana, Eolo se anima de nuevo, con velas rizadas superamos los once nudos de velocidad. El viento sigue aumentando y el mar también. Se está formando una pequeña borrasca y nos la tendremos que comer...Eso sí, en las primeras veinticuatro horas hemos hecho nada menos que 191,5 millas.
El lunes la borrasca nos pasa por encima: vientos entre 30 y 47 nudos, mar duro, realmente duro, y lluvia. Cuando ya pasamos lo peor, el génova se raja. Lo recogemos y esperamos a que amaine más y baje el mar para cambiarlo. A las 20 horas, el viento por fin se entabla en 20/22 nudos, a 80 grados por estribor. Acabamos agotados. Esta borrasca, que no apareció en los cuatro diferentes partes meteorológicos que pedimos antes de salir, ha sido dura.
Continuamos nuestra ruta, más o menos tranquilamente.
El miércoles por la mañana, hay poco viento y a las 9:30 decidimos cambiar el génova. Al largarlo observamos que, aparte de roto, tiene partes deslaminadas. La maniobra sale muy bien, con una retenida en la mayor , rumbo a 170 grados al viento: así, el génova queda desventado y podemos arriarlo. Con la escota de estribor metemos el génova dentro del barco, luego lo doblamos y recuperamos las escotas. Montamos el génova de repuesto, lo izamos y empieza a trabajar. Por la tarde cae el viento, así que motoveleamos unas horas.
A las 21, nos cruzamos con el Juan Sebastián Elcano. Hablamos por radio con el oficial de guardia, que nos pide dejemos milla y medio de respeto. Ellos van navegando a vela, a dos nudos y medio, pues apenas hay viento. El comandante, al escucharnos y saber que somos españoles, nos saluda y charlamos un ratito, nos dice que es para él un orgullo y un placer encontrarse con navegantes españoles por los mares del mundo. La verdad es que nos hizo muchísima ilusión, la pena es que fue de noche y sólo avistamos las luces, no pudimos ver semejante preciosidad de navío en todo su esplendor.
El resto de la travesía hasta Bermuda transcurre sin mayor novedad, viento escaso y motoveleando cuando es necesario. El viernes por la noche un ruido nos despierta a Julio y a mí. Cuando navegas tanto en un barco, tienes un rango de ruidos llamámosles “normales”, y cuando hay alguno nuevo, te pones alerta. Creemos que algo se enganchó en la hélice, no muy grande pues no le impide funcionar con normalidad, exceptuando el ruido, y cuidando de no pasar las 1400 rpm.
El sábado a las 5:30, Control Tráfico Marítimo de St George, Bermuda, contacta con nosotros por radio. Le facilito datos del barco y de la tripu, y nos dan indicaciones para proceder a la entrada.
A las once y media de la mañana estamos atracando en el muelle, enfrente de Inmigración. Cumplimos con las formalidades de entrada, el funcionario es muy amable. Mientras yo remato los trámites, Julio se viste de hombre-rana y procede a revisar la hélice. Efectivamente, se trata de un pedazo de red de nylon. Reponemos gasóleo, nuestro depósito carga 600 litros y, a mayores, llevamos cinco garrafas de 20 litros. Son muchas millas y queremos ir tranquilos al respecto.
Después nos vamos al fondeo, aquí el precio de la marina es prohibitivo. Son islas caras, todo tienen que importarlo, y, en general, los precios son 2,5 veces o tres más que en Florida. Las islas tienen muy buena pinta, pero esta es una parada tan solo para descansar un par de días. Paseamos por St Georges, conectamos con las familias a través de wifi etc.
El día 1 de mayo levantamos fondeo y ponemos rumbo a Azores. Tenemos por delante nada menos que 1800 millas.
El lunes y el martes son días relativamente tranquilos de navegación, el tiempo ya no es soleado ni despejado. Y bastante frío.
El miércoles toca otra borrasca, por la noche explota el balloomer, una especie de genaker que se monta en el stay de proa, para navegar con portantes con génova y balloomer atangonados. Decidimos no recoger lo que queda de él, pues la noche está dura, mar y viento a tutiplén.
Por fin logramos contactar con la Rueda de los Navegantes que coordina Alejandro desde Argentina. Hablamos con otros barcos, como el Atlantide, capitaneado por Leo, que también se dirige a Azores; el Perlético, que está fondeado en la isla de St Marteen y otro barco que se encuentra en el Pacífico, rumbo a las Marquesas.
El jueves amaina un poco el viento, a mediodía procedemos a arriar la vela rota. Montamos orejas de burro y a seguir.
El viernes Julio pesca un pez espada, Kako prepara un delicioso sashimi con ensalada. El domingo por fin ponemos rumbo directo a Azores, pues hasta ahora íbamos haciendo un NE. , gruesa de través. Las olas golpean el casco y una de ellas nos pega tal meneo que el microondas se abre y el plato sale volando, rompiéndose en mil pedazos....es el segundo platillo volante de microondas en este viaje...
Seguimos así, navegando con bastante mar, afortunadamente viento no falta y vamos rizados casi todo el tiempo. La dirección del mismo se mueve entre el través y la aleta.
El jueves 11 motoveleamos prácticamente todo el día. Por la tarde contactamos por radio con un palangrero de A Guarda, el Ribel Tercero, hablamos un buen rato con el patrón.
Nos persigue una borrasca, confiábamos en llegar antes de que nos pasase por encima, pero los sucesivos partes confirman que se está fortaleciendo y avanza más rápido de lo previsto. Así que esperamos las últimas veinticuatro horas muy duras.
Y así es: el sábado 13 de mayo, nos alcanza al anochecer. Antes de medianoche, deja claras sus intenciones con rachas de hasta 60 nudos. Vamos con solamente 3 metros cuadrados de génova, además hemos de ralentizar ligeramente la marcha paa no entrar en el puerto de Horta con este viento tan fuerte. El mar son montañas enormes, calculamos olas de entre seis y ocho metros.
La noche del sábado es, simplemente, horrible.
Por la mañana se relaja un poco, largamos algo de vela, el viento se mantiene entre 20 y 40 nudos.
Finalmente, a las seis de la tarde aproximadamente, entramos en la Marina de Horta. Las sensaciones son muy fuertes, felicidad, orgullo....llegar hasta aquí no es fácil y ésta ya no la cuenta todo el mundo.
El Atlántico Norte es, meteorológicamente hablando, un circo de tres pistas...y sin domador para las fieras.
Hacemos el check-in, hay muchos barcos, ya que ésta es la época en que los barcos cruzan hacia Europa, y al Mediterráneo. El ambiente es absolutamente marinero. Gente de todos los países, edades, compartiendo la misma locura: el mar.
Las islas tienen una pinta estupenda, son volcánicas pero verdes, muy verdes. A ver si nos da tiempo a explorar...Y lo que os puedo asegurar desde ya es que se come de cine (ay, la Vieja Europa....).
Toca descansar, pertrechar, y comer bacalhau.
Kako se vuelve a Vigo el martes16.
Y el martes también arriba el Atlantide, con los que compartimos cena y gratísima conversación.
Aquí nos quedamos Julio, Ron y yo. Cada vez más cerquita de casa.
Desde Horta, Azores, besos, abrazos, amor.
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Montañas rusas, bodas pasadas por agua y calabozo

4/18/2017

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El 17 de marzo, toca visitar el Kennedy Space Center. Una visita muy instructiva, en la que se recorre el pasado, el presente y el futuro de la industria aeroespacial estadounidense. Tuvimos oportunidad de ver el Apollo VIII, el cohete más grande jamás lanzado. Incluso asistimos a una simulación de su lanzamiento, tal como fue, os aseguro que es una emocionantísima experiencia. Visitamos todas las instalaciones, el centro de ensamblaje, las lanzaderas...También conocimos la génesis y desarrollo de los Space Shuttle, como el Atlantis; así como de la Estación Espacial Internacional (en la que también colabora España). Y , en lo tocante al futuro, el Proyecto Orion, cuya finalidad será llevar al hombre a Marte y establecer allí colonias. Parece ser que hay ya anotadas miles de personas que se han presentado voluntarias. Lo cierto es que nos pareció interesantísimo. Sobre todo, comprobar una vez más, que, cuando se lo propone, el ser humano no tiene límites en la conquista de nuevos espacios.
El 18 de marzo, presenciamos el lanzamiento del cohete Delta IV. Fuimos con nuestros amigos Miguel y Arlene, él exiliado cubano (intentó salir en balsa dos veces de Cuba, y, como recordatorio, tiene un balazo en una pierna), y ella, descendiente de los propietarios del Ballet Tropicana en La Habana. Una pareja ma-ra-vi-llo-sa, con los que compartimos semejante experiencia, si bien ellos están más acostumbrados, pues los lanzamientos desde Cabo Cañaveral son más frecuentes de lo que, al menos yo, suponía.
Los siguientes días estuvieron dedicados a Julia por completo. Le habíamos prometido que, al final de su viaje, la llevaríamos a los parques de Universal Orlando. Nos pasamos cuatro días increíbles, entre montañas rusas, escobas voladoras de Hogwarts, Minions, Transformers, Bob Esponja e incluso visitando Springfield y, como no, el bar de Moe. Lo pasamos pipa, unas atracciones tremendas. Ya sean las montañas rusas enormes , o aquellas que combinan el vértigo con la realidad virtual.
También vino a visitarnos nuestra gran amiga Sela Blackburn, un fin de semana de lo más divertido.


El día 29 de marzo fue bastante triste, pues tocaba despedirnos de Julia. Hace unos meses decidimos enviarla a España en avión, pues la vuelta, a través del Atlántico Norte, es más dura y más larga que la travesía de E a W. Nos llevará como un mes....así que la llevamos al aeropuerto internacional de Miami, y, entre (muchas) lágrimas, nos despedimos. Imaginad, casi dos años pegaditos los tres las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana....
Al día siguiente, nos toca a Julio y a mí tomar un avión con destino a Ciudad de México. Estamos invitados a la boda de Jimena y Jorg. Jimena es la hija de nuestros amigos Pepe Janeiro y Araceli Fong, a los que visitamos en noviembre, y fue entonces cuando nos invitaron a la boda. Un evento maravilloso, celebrado en la Hacienda Santa Inés, en Cuautla. Hermosa ceremonia, estupenda cena (amenizada por el relato de nuestra aventura a los compañeros de mesa) y divertida fiesta. La anécdota la protagoniza Julio, quien, pasando por un estrecho pasillo pegado a un estanque, trastabilló, y, ante el peligro de caerse “descontrolado” , se zambulló él mismo de cabeza...con traje, corbata...en fin, la sensación de la boda. Salió empapado, tanto que, un par de horas más tarde, al ir a pagar el taxi que nos llevó de vuelta al hotel, los billetes de dentro de la cartera chorreaban agua. Pero se lo tomó con mucho humor, como debe ser en estos casos.
También tuvimos oportunidad en México de estar con nuestros amigos Jorge y Lucía, que nos invitaron a cenar en su preciosa casa...y acabamos cantando en un karaoke! Divertidísimo!
En resumen, tuvimos la oportunidad de disfrutar de nuevo de México, un país que nos encanta por mil razones: su gente, la gastronomía, sus paisajes, la capital, tan enorme y caótica por momentos (que, por cierto, estaba salpicada de espectaculares jacarandas en flor...).
El día 3 de abril estamos de vuelta a bordo, y nos espera KaKo Castro, el tercer tripulante, llegado desde Vigo para acompañarnos y ayudarnos en la travesía.
Juntos damos un paseo en airboat por los Everglades, en el río St John, y vemos muchos caimanes (alligators). Florida es su territorio. Y hay muchos, incluso en el parque de al lado de la marina, en el estanque, hemos avistado dos.
El día 8 de abril, Julio y yo alquilamos un coche y nos disponemos a cumplir un viejo sueño, hacer un “road trip” hasta Nueva Orleans, recorriendo varios estados del Sur de USA. Tomamos la ruta pegada a la costa para la ida, parando dos noches en el camino. Finalmente, el dia 10 de abril, llegamos a New Orleans. Durante tres días visitamos la ciudad, fundamentalmente el French Quarter y el Arts District. Visita obligada a la mítica Bourbon Street, que nos decepcionó un poco, dado que las bandas en directo tienen un repertorio más propio de una verbena, ya que están enfocados al (alcohólico) turismo. Luego ya descubrimos Frenchmen Street y …..ouh, yeah! Ahí si estaba el auténtico espíritu de New Orleans, tremendas bandas, tremendos músicos, lo que disfrutamos: New Orleans Jazz, Blues, Folk Americano, Brass Bands...calculamos que hemos visto más de veinte bandas en directo. Y la calidad, superior! Ay, qué gustito pa´mis orejas, que diría Raimundo Amador.
Las bandas tocan tres horas cada día en cada local, normalmente cuatro bandas cada día por garito. Con lo que tienes música en directo a elegir prácticamente todo el día.
También hubo tiempo para degustar la comida sureña, cajún y criolla. Desayunamos beignets en el Café du Monde y tomamos también las famosas muffurellas (unos deliciosos bocadillos de origen siciliano). Incluso dimos un paseo por el MIssissippi en un auténtico barco de vapor, el Natchez.
Decidimos, a la vuelta, pasar por Savannah, un lugar que me tiene fascinada desde niña. Y allá que nos vamos. En el medio del estado de Alabama, en un pueblo ignoto, nos para la policía. Sirenas etc....Exceso de velocidad y, para colmo, en este estado son bastante celosos con la exigencia de llevar el permiso de conducir internacional (que no tenemos;) La policía es bastante malencarada. Total, que arrestan a Julio, lo esposan y se lo llevan a la cárcel del condado. Y nos dice que el coche debe quedarse allí pues, al no tener el pertinente permiso, no podemos irnos conduciéndolo. Imaginaos, perdidos en el medio de Alabama y absolutamente en las manos de esta “señora”. Hay que aclarar que aquí el Sheriff y sus oficiales son Dios, tienen potestad absoluta.
Tras mucho negociar, consigo que nos rebajen la multa para poder liberar a mi amantísimo esposo y que nos dejen retirar el coche (que se había llevado una grúa) y salir de allí por pies....bueno, por ruedas. En fin, una dura experiencia, ya una anécdota. Pero os juro que ver a Julio esposado, con esposas rosas, en el asiento trasero del coche del Sheriff impone bastante.
Llegamos a Savannah esa tarde. Una ciudad PRE-CIO-SA. Mantiene las mansiones que fueron de los grandes propietarios de las plantaciones de Georgia, y una parte de estilo victoriano preciosa, amén de infinidad de bulevares, parques...poblados de majestuosos magnolios, sicomoros y ficus. Una maravilla.
Y bueno, aquí estamos, en la Marina de Titusville de nuevo. De cuando en cuando nos visitan los manatíes, y también hemos hecho amigos aquí, como James y Joan Alton ( propietarios de un Amel Maramu, que está en Cerdeña), o Arlene y Miguel, de los que ya os hablé, y con los que hemos quedado para cenar mañana en su casa. Arlene va a prepararnos auténtica comida cubana, con las recetas heredadas de su abuela.
Estos días toca revisión de jarcia, cambio de aceite en motor y generador, pertrecho....esperar a que nos llegue un teléfono satélite Iridium que muy generosamente nos presta nuestro querido amigo Tristan y, si la meteo se mantiene, el sábado zarparemos hacia Europa....cuatro mil millas de océano nos esperan. Espero poder escribiros unas líneas de despedida antes de soltar amarras.
Desde el medio de los manatíes, los alligators y todo tipo de aves (la naturaleza de Florida es apabullante), besos, abrazos, amor.
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Tiburones, puentes y centros espaciales

3/15/2017

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Al día siguiente de nuestra llegada a Nassau, contacto con el servicio técnico de Northern Lights, la marca de nuestro generador. Sospechamos de un problema eléctrico, y, además, en Santiago de Cuba un (mal) mecánico, empeñado en que era la bomba de inyección, le “metió mano”, y nos tememos que también esté averiada. El martes 21 de febrero viene el técnico y, en menos de una hora, centra los problemas: efectivamente, el problema inicial era tan solo el fusible de protección, pero ahora, además, tendremos que cambiar o reparar la bomba de inyección. Optamos por la segunda opción y el miércoles queda solucionado el problema.

Aprovechamos este par de días para limpieza, hacer coladas y un pequeño pertrecho, ya que en Bahamas, como os contaba en el anterior post, es todo carísimo y nos ceñimos a lo imprescindible, en espera de llegar a USA.
A las cinco de la tarde esperamos a nuestros invitados, Manuel Bodega y Mónica Palomeque, del Sonora II, grandes amigos y compañeros de mar. Si seguís el blog, los recordaréis porque navegamos juntos por Cerdeña y Sicilia. Los recibe a su llegada un chaparrón épico ¡ nos traen la lluvia de Galicia! (amén de encargos varios , gracias, amigos!) Abrazos, besos y cariños a su llegada, pues hace mucho que no nos vemos y, en nuestro caso, estando tan lejos tanto tiempo, agradecemos mucho la llegada de amigos tan queridos.
Dado que sólo vienen tres días, el jueves por la mañana desatracamos y nos vamos a unos cayos muy cerquita de Nassau, Rose Island y Salt Cay. Pasamos tres días estupendos juntos. Avistamos muchos tiburones (Bahamas está plagado de ellos), baños, sol y una tarde en el complejo de Salt Cay, con parque de hinchables acuático incluido. Manuel, Mónica, fue un placer recibiros, nos veremos a nuestra vuelta!
El sábado, desembarcamos a nuestros amigos en Nassau y continuamos viaje hacia las Berry Islands, parando a pasar la noche en Rose Island, para ajustar nuestra llegada a la luz diurna. Nuestro primer fondeo, el domingo 26, es en Whale Cay, con tan solo un metro de agua bajo la orza. El lunes se levanta bastante viento, rolando hacia el W, asi que nos vamos a Soldier Cay, donde estamos más protegidos. El martes toca fondear en Great Harbour Cay, donde pasamos el día. El miércoles recorremos la isla y probamos diversas formas de preparar conch (lambi) en el agradable y con increíbles vistas Beach Bar. Con las últimas luces, levantamos fondeo para poder llegar a Port Lucaya, en Grand Bahama, con la primera luz del día.
Así que el jueves 2 estamos atracados en Marina Port Lucaya.
La razón de venir aquí es poder tomar un ferry a Fort Lauderdale. Normalmente, un ciudadano español sólo necesita tramitar su visado vía Internet con el sistema ESTA. Pero si entras a USA en barco o avión privado, debes tramitar una visa B1, que requiere cita previa, entrevista personal en la embajada USA correspondiente y un elevado coste en tasas. Así que el truco es tramitar la ESTA, entrar en ferry, con billete ida/vuelta, y conseguir el sello en el pasaporte. Luego volveremos y entraremos con el barco, con el tema inmigración resuelto. Además, tengo la inmensa suerte de que en Fort Lauderdale vive mi gran amiga Sela, con su esposo, Gregory Blackburn, que nos acogerán tres días a Julia y a mí. Julio debe regresar la mañana siguiente, pues tenemos que dejar a Ron solo en el barco durante una noche (si bien los amigos del Applaus, una enorme motora suiza, quedan pendientes de él), ya que llevarlo en ferry es un lío, entre requisitos burocráticos y precio.
Así que el viernes vamos a Freeport para tomar el ferry. Como he dicho, Julio tiene billete de vuelta a primera hora del sábado, pero nuestra sorpresa al ver que, debido a las condiciones meteorológicas, los ferrys se cancelan todo el fin de semana. Así que a toda prisa, reservamos un vuelo de F Lauderdale a Freeport para Julio el sábado. Todo sea por nuestro Ronsito!
Julia y yo pasamos tres estupendos días, Sela y Greg nos cuidan al máximo y nos hacen sentir en casa. A Julia le encanta USA, especialmente cuando Sela y Greg nos llevan a Dave&Buster´s, un gigantesco espacio dedicado a videojuegos, simuladores y arcades de todo tipo, amén de varios bares y restaurantes.
El martes temprano Julia y yo tomamos el ferry de vuelta a Freeport, nos advierten de que el viaje va a ser duro, pues hay bastante mar y viento de proa. Casi todo el pasaje empieza a vomitar, salvo este par de veteranas, que van de lo más tranquilo!
Total, que ya estamos en disposición de ir hacia USA. El miércoles 8 zarpamos para hacer una navegada nocturna y posterior parada intermedia en el Little Bahama Bank. Estamos allí un par de días, la idea era llegar a Titusville, Florida, el 15 de marzo, pero una vez consultada la meteo, decidimos adelantar la salida para llegar al 13. En caso contrario, nos enfrentaríamos a vientos del N-NE que, además, al ir en contra de la potentísima corriente del Golfo, que discurre paralela a la costa de Florida en dirección N, produciría mucha incómoda ola.
Así que el domingo 12 levantamos fondeo temprano. Nos despedimos de Bahamas, el lugar con las aguas más increíbles que hemos visto hasta ahora. No es el mejor lugar, sin embargo, para la pesca con arpón: demasiado transparente el agua y pocos lugares donde esconderse las presas. Por no hablar del aliciente que supone que la presa atraiga a uno de los numerosos tiburones que pueblan estas aguas...
El viento es flojo, así que para mantener la hora de llegada, nos vemos obligados a apoyar con el motor de vez en cuando. Aunque pillamos un par de frentes que nos empujaron considerablemente, uno de ellos, con dos rizos en las velas, nos transporta durante casi una hora por encima de los ocho nudos, apoyado por la corriente del Golfo.
Según lo previsto, el lunes en la mañana estamos en la entrada de Cabo Cañaveral, avistando ya las lanzaderas del famosísimo centro espacial de la NASA. Enfilamos el canal de entrada, desde aquí serán siete intensas horas, primero por los canales y puerto de Cañaveral y finalmente por la ICW (Intra Coastal Waterway), una especie de autopista acuática que recorre la coste este norteamericana.
Hemos de negociar tres puentes basculantes, que se abren “on demand”. Esto es, en la aproximación hay que llamar al operador del puente (canal 9 VHF en Florida) para que lo abra, indicándole ETA (Estimated Time of Arrival) y nombre y tipo de embarcación. Además negociamos una esclusa, el último eslabón entre el mar y el Banana River. Solicitamos por VHF la apertura de la primera compuerta, una vez dentro hemos de amarrar el barco y, una vez alcanzado el nivel de agua requerido, apertura de la siguiente compuerta.
Si hasta aquí el tema ya parece cuando menos intrincado, justo antes de la marina, queda nuestro más temido puente: el Max Brewer. Es un puente fijo y, como todos los de este tipo en la ICW, tiene una altura máxima en el centro de 65 pies (19,80 metros). Estimamos que podremos pasar con una holgura de unos 60 cm. Dado que no hay viento y el Indian River, sobre el que pasa, está tranquilo, nos aproximaremos muy despacito y observaremos si tocan las antenas a tope de mástil. En este caso, tenemos preparada una maniobra: izar el dinghy con uno de los tangones, subirnos Julia y yo y todo el peso que podamos poner en él y forzar la escora del barco, y, así inclinado, poder pasar.
Tensión máxima al aproximarnos, la sensación desde abajo es que tocamos, pero observando atentamente las antenas, vemos que podemos librar. Hay personas arriba en el puente, una vez pasamos, nos vitorean. Recocijo a bordo y llamada por radio a la marina, Titusville Municipal Marina. Nos preguntan nuestro calado (aunque ya se lo habíamos proporcionado via email) y me advierten que probablemente toquemos con la orza. Dado que el fondo es lodo/arena, decidimos entrar muy despacito por el canal de entrada. Por momentos tan solo tenemos 10 cm de holgura pero....entramos!!!
Han sido siete horas a tope, entre puentes, esclusas y calados …. pero ya estamos aquí. Lo primero es reportar telefónicamente a US Customs&Border Protection, toman nota de la tripulación y características del barco y nos emplazan para presentarnos en sus oficinas en un plazo máximo de 24 horas. Lo segundo, conseguir una tarjeta SIM para estar comunicados (y disponer de Google Maps o similar), y, por último, alquilar un coche, pues estaremos aquí un mes. Así que, sin pararnos a reponernos de la mañanita accidentada que hemos tenido, resolvemos paso a paso todo y aún nos da tiempo de ir a un super, Walmarts, a hacer una compra. Los hipermercados aquí están increíblemente bien surtidos, y a muy buen precio.
Ayer martes completamos los trámites de entrada, los oficiales han sido amabilísimos.
Para los siguientes días, visita al JFK Space Center y a los parques de Universal en Orlando, como bien merecido premio para Julia.
Para este jueves está programado el lanzamiento del SpaceX Falcon 9 transportando el satélite de comunicaciones EchosStar 23, desde Cabo Cañaveral, justo enfrente de la marina donde estamos...no me digáis que no es tener buena suerte! Aunque ya lo han retrasado dos veces, por causa del viento.
Desde Titusvillle, Florida, USA, con 10º de temperatura debido al frente frío que está en estos momentos en Jersey, nos despedimos hasta el próximo capítulo. Besos, abrazos, amor.

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En Bahamas

2/21/2017

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El martes 31 de enero, tras casi dos meses en Cuba, zarpamos de la marina de Santiago de Cuba. Destino, Bahamas.
En un principio, con un viento del N-NE, logramos ir a vela por encima de los siete nudos, en un rumbo E-SE. A las 15 h el viento rola a E-SE, y baja a 7/10 nudos, con lo que encendemos motor. Al pasar por delante de la base estadounidense de Guantánamo, los US Cost Guards contantan con nosotros por radio, pidiéndonos que guardemos un respeto de 8 millas. Las autoridades cubanas nos habían advertido de dejar 6 millas, pero bueno, los US Cost Guard mandan y qué remedio que obedecer...
En torno a la medianoche, notamos que algo muy gordo se había enganchado en la hélice del motor principal. El ruido es inconfundible, así como la vibración. Se para el motor, ante la imposibilidad de giro de la hélice. Dado que es de noche, y el mar está bastante picado, decidimos posponer la operación de buceo para el día siguiente, o cuando se pueda, tal vez acercándonos a la costa, para refugiarnos del fuerte mar, o ya en destino. La noche resulta horrible, mar gruesa por la amura y viento de 20 a 25 nudos, con la hélice inutilizada. El kayak ha cambiado de banda, en un golpe de mar la puerta del microondas se abre y el plato del microondas sale volando, rompiéndose en mil cristalistos que se reparten por toda la cocina y parte del salón. Y hay que recogerlos todos, porque en el barco andamos descalzos...en suma, una nochecita de esas en las que te preguntas por qué no estarás en tu casa, en tu cama que no se mueve, y no dentro de esta especie de lavadora centrifugando a tropecientasmil vueltas en la que se convierte un barco en momentos como éste.
Al día siguiente, por la tarde, estábamos arrimaditos a la costa y Julio dispuesto a ponerse el neopreno y zambullirse, con bastante mar, y ya pensando ambos en la maniobra. Pensando porque, entre otras cosas, en caso de no llevar un cabo amarrado al barco, rescatarlo a vela sería una maniobra muy compleja. Con el barco a palo seco, balanceándose (bastante), y cuando Julio se disponía a abrir el tambucho de popa para coger los útiles de buceo, vemos una tremenda estacha por popa. Gran suerte: se aprecia una gaza en un extremo, y el chicote del otro extremo. Así que, con el bichero, enganchamos la gaza, tiramos con cuidado y voilà! Logramos desembarazarnos de la estacha, que era de nylon puro y duro (suerte que con la fricción no se derritió alrededor de la hélice) y tenía un diámetro de unos 8 centímetros de diámetro. Nos congratulamos de nuestra buena suerte, pues nos hemos ahorrado una compleja y peligrosa maniobra, principalmente por el estado de la mar.
Así que, felices como perdices, arrancamos el motor y ya podemos motovelear, lo cual nos evita tener que hacer incómodos bordos con los que avanzábamos muy poco. A las 22.30 doblamos punta del Quemado, al E de Cuba, y, en una hora, podremos poner rumbo a destino y mejorará considerablemente la navegación.
Tras la tempestad viene la calma (no sabéis cuán cierta es esta frase en el mar...). El jueves tenemos un día muy tranquilo de navegación, viento de unos 15 nudos por el través, ola tendida. Por la tarde Julio pesca un precioso dorado de un increíble color verde de unos ocho kilos. Le saca los lomos, y ...al agua. Al atardecer empezamos a quitar trapo, a fin de ralentizar y llegar al amanecer a destino.
Y por fin estamos en aguas de Bahamas (el gentilicio es bahameño, bahamiense? Alguien que nos lo aclare?). Lo cierto es que, a la vista de las cartas, Bahamas es una prueba de fuego para cualquier a marino. Por el lado del E de las islas hay gran calado, pero al W está el Gran Banco de las Bahamas. Calados escasos, la mayoría imposibles, rocas sueltas y pecios. Lo de siempre: muy atentos, no fiarse de la cartografía y lo que los ingleses llaman Eyeball Navigation, o sea, vigilar muy bien la proa, atentos a los cambios de color. Lo bueno es que las aguas son increíblemente cristalinas, hasta ahora nunca antes vimos aguas así, y hemos visto muchas aguas....Por otro lado, en lo tocante a la cartografía, comprobamos que, en Bahamas, es más fiable C-Maps (Max Sea) que Navionics. En Cuba era justamente lo contrario. Pero al menos no es como en San Blas, Panamá, donde ni la una ni la otra. Pero lo dicho: aún así, vigilando siempre la proa, con buena luz y, en la medida de lo posible, el sol por la popa.
A las 9 de la mañana del viernes 3 de febrero, estábamos fondeados en Long Island, que pertenece a las Exumas Sur. Justo al SW de la isla, al norte de Cabbage Point.
Al día siguiente, nos disponíamos a explorar buceando un pecio señalado en las cartas. Pero, al encender el motor del dinghy, nada. Que no va. Se verifica esa ya famosa frase mía “los motores de dos tiempos, esa mezcla de mecánica y chamanismo”. Pues nada, que no buceamos. El pecio está lejos y hay bastante corriente. Unos baños y listo. Permanecemos en el fondeo hasta el domingo por la tarde, para reponernos de la travesía desde Cuba. A las 14.30 levamos ancla, rumbo a Georgetown, en Great Exuma. Allí haremos los trámites de entrada e intentaremos reparar el fueraborda. Amén de preguntar por servicio para el generador, que también se ha “enfadado”. Benditas averías...podría escribir un libro con ellas. Pero, como ya he dicho, son muchas millas. Es como decidir ir en tu coche hasta China: averías tendrás...
El lunes 6, llegamos a los waypoints de aproximación a las 8 de la mañana. La carta mete miedo. Con mucho cuidado, entramos en el fondeadero de Georgetown. Hay viento y corriente, así que fondeamos lo más cerca posible del dinghy-dock. Tanto así que fondeamos con marea baja tocando levemente con la orza. Así se desprende el caracolillo...No hay problema, la arena es muy fina. Un amable norteamericano (Bahamas está plagada de barcos canadienses y, sobre todo, norteamericanos) nos da remolque con su dinghy hasta el dinghy-dock, en el interior de la laguna de Georgetown. Dejamos la basura en el lugar correspondiente (la basura, otro problema de los navegantes) y buscamos el servicio técnico del motor, lo dejamos para reparar y nos vamos a tomar una cerveza local, tradición inveterada de esta tripulación en cada país al que llega. A seis dólares la cerveza...ya sabíamos que Bahamas era caro PERO. Hacemos los papeleos de entrada, aduanas e inmigración, comemos las hamburguesas más caras de la galaxia y a las cinco vamos a recoger el motor. Unas piecitas de coste ínfimo, pero la mano de obra aquí es a 100 USD la hora. Total factura, 200 USD del ala...
Al día siguiente, toca ir al supermercado, para comprar lo imprescindible. Los precios son altísimos. Por ejemplo, un litro de leche, 4,55 USD; un limón, un dólar; la cerveza en lata, a más de 2 USD. Una cajetilla de tabaco (sí, somos fumadores ), entre 8 y 12 USD, dependiendo dónde la compres. Después de comer a bordo ( en tierra, visto lo visto, no se puede), levantamos fondeo con marea alta y nos vamos a otro fondeadero con más calado. Estamos frente a una hermosa playa, el agua increíble, se ven pasar las mantas-raya bajo el barco.
El jueves levantamos fondeo para ir a la marina Emerald Bay, al norte de la isla Great Exuma. Ya toca reponer agua y permaneceremos lo imprescindible, pues el día en marina sale a unos 120 USD...Llegamos a las 12, la marina está muy bien, el agua increíblemente limpia (una constante en Bahamas, incluso en las grandes poblaciones) y la alegría del navegante: una lavandería con lavadoras y secadoras enormes y nuevecitas. Así que...venga a hacer coladas como una posesa! Al restaurante ya ni nos atrevemos: la cuenta por cabeza sale a 160 USD. Lo cierto es que, con la salvedad de Brasil y México, o, tal vez, Colombia,no hemos estado en un país que, de promedio, sea más barato que España. Pero Bahamas es too much.
Veníamos teniendo problemas con el monitor del ordenador del barco, pues de repente se quedaba en negro. Lo cual es bastante problemático, pues en esos segundos nos quedábamos sin cartografía. Aprovecho para contactar con Luis Cortegoso (www.luiscortegoso.es), de Vigo, amigo y experto informático, especialmente en temas de redes y comunicación. Con su asistencia telefónica a más de 8.000 kms., solventamos el problema. Gracias, Luis!
Finalmente nos vemos obligados a pasar dos noches por causa del aumento de la fuerza del viento, que complicaría sobremanera la salida. El sábado a mediodía, tras repostar diesel, zarpamos. A las 16 estamos fondeando delante de una preciosa playa al W de Stocking Island, ya en los Exuma Cays.
Los Exuma Cays son una maravilla, una cadena de cayos que se extiende de S a N, la mayoría deshabitados, muchos de ellos privados o con resorts de gran lujo. Los cayos se navegan por el E casi siempre, que es donde hay calado. Para fondear, hay que ponerse al W, dado el viento dominante (E-NE), así que hay que buscar los “cuts” entre callos para poder entrar. Cerca de las entradas, con las mareas, se forman corrientes fortísimas, de suerte que, en este primer fondeo, a falta de otro mejor debido al calado, sentíamos que estábamos fondeados en un río proceloso. Aún así, nos sigue sorprendiendo la transparencia del agua. Y las playas son una maravilla, arena blanquísima y finísima, parece harina de repostería.
El lunes nos movemos a Cave Cay, en la entrada nos sorprende el fuerte oleaje debido a la corriente. Ponemos el motor a 2.400 rpm y vamos a tres nudos. Pero esta vez, el fondeo elegido se libra de la corriente. Tenemos una playa cerquita, cerquita. El agua es tan cristalina que, media hora antes de la puesta de sol, se aprecian con toda nitidez el ancla y la cadena. Exploramos con el dinghy las islitas cercanas, como Musha Cay, una isla privada en la que puedes alquilar una casa entera al módico precio por día de 25.000 USD (precio del 2004, fecha de nuestra Cruising Guide). Una nadería, vamos.
El miércoles salimos rumbo a Big Majors Cay. Llegamos a primera hora de la tarde. Entra un pequeño frente con vientos de 20/25 nudos, y unos chubascos que nos dejan la cubierta inmaculada.
A la mañana siguiente, bajamos a Pig's Beach, la playa de los famosos cerdos nadadores. Hay media docena, una de gran tamaño, y lo cierto es que es increíble ver una playa con cerdos nadando. Después vamos a visitar una pequeña marina. En los pantalanes hay tiburones nodriza. Algunos muy grandes.
A partir de este punto, se puede navegar por el W de los cayos, del lado del Bahamas Grand Bank, eso sí, con mucho cuidado. El calado es de promedio escaso y hay rocas sueltas. Nos cruzamos con bastantes barcos, muchos veleros y también muchos megayates. El viernes dormimos en Malabar Cays, ya en el parque natural Exuma Land & Sea Park. El sábado, toca ir a Highborne Cay, desde donde tomaremos la ruta hacia Nassau.
La noche en Highborne se “anima” cuando, en medio de la misma, Julio sube a cubierta y ve que un barco de vela se nos viene encima. Había garreado (el ancla no agarró y el viento lo arrastraba). A gritos despertamos a sus ocupantes, que, afortunadamente a tiempo y desafortunadamente en calzoncillos (no estaban de muy buen ver), arrancan motor y se van a buscar otro fondeo,cuando ya estábamos con las defensas en la mano ante el inminente golpe.
El domingo es el día para ir hacia Nassau, a través del Gran Banco de Bahamas. No iremos en línea recta, pues hemos de sortear los bancos White y Yellow. Así que fijamos un waypoint de referencia para pasar entre ambos. Toda la ruta transcurre con un calado promedio de cinco metros. Ojo avizor siempre.
Y, finalmente, llegamos a Nassau, desde donde os escribo. El entrar en la zona del puerto, es obligatorio pedir permiso para transitarlo a Nassau Harbour Control, y así lo hacemos. No os creáis que es fácil el inglés con acento ¿bahameño, bahamiense? por la radio VHF...
Estamos en la Marina Yacht Haven. Nassau, la capital de las Bahamas, es una populosa ciudad, destino habitual de cruceros. Es una ciudad eminentemente turística.
Trataremos de reparar el generador, y además esperamos visita. Unos queridos amigos vienen desde Vigo a pasar tres días con nosotros. Muy de agradecer, puesto que ya llevamos bastante tiempo fuera de casa y empieza a echarse de menos familia, amigos y una cama estática.
Desde Nassau, besos, abrazos, amor.

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cuando salí de Cuba...

2/10/2017

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El día previsto para dejar Cienfuegos (con mucha penita) es el 9 de enero, sin embargo, la meteo nos obliga a posponer un día la salida. Iremos acompañados por el Longimanus durante unos días, luego ellos volverán a Cienfuegos y nosotros seguiremos camino hasta Santiago de Cuba.
Así que el diez de enero zarpamos, tras el papeleo de rigor. Al pasar por el Morro de Jagua hacemos sonar las bocinas, tal como habíamos quedado con unos amigos que viven allí. Cienfuegos, volveremos!
El primer cayo en el que fondeamos es Cayo Blanco de Casilda, cuarenta millas de distancia y con un viento racheado y rolón, navegación incómoda, en ceñida.
El siguiente cayo es el de Machos de Afuera. El motor principal se recalienta de forma anómala, así que tenemos que mantenerlo por debajo de las 1400 rpm. Julio procede a la limpieza del filtro, pero tampoco. Habrá que revisar el impeler. La mañana siguiente, vamos a bucear y a intentar pescar algo a la barrera de coral, viento por encima de los 20 nudos y corriente desde el sur, del mar de fondo. En una hora estábamos agotados. Aún así, pescamos Julio y yo sendos peces. Llegó un catamarán con veinte turistas dispuestos a bucear y no se atrevieron....estamos en forma! También llega un barco de pesca dedicado a la langosta, el Plástico 56. Julio se acerca a saludarlos. Van, como nosotros, hacia Cayo Bretón, pero, dado el estado del mar, decidieron parar. Van siete tripulantes, el capitán, dos remeros para las chalupas y cuatro buceadores. De la cocina y la mecánica se encarga Flaco, uno de los remeros. Nos ofrecieron langosta al llegar, pero tampoco pudieron coger ninguna por el estado de la mar. Por la tarde, Julio e Iñigo van a visitarles con una botella de ron. Quedan de verse en Cayo Bretón, a ver si Flaco nos echa un vistazo al motor y prometen llevarnos con ellos a cazar langosta. Toda la langosta que obtengan han de vendérsela al gobierno cubano, a 32.000 pesos la tonelada, que vienen siendo 1,35 euros/kilo.
La siguiente parada, acercándonos ya al archipiélago de los Jardines de la Reina (nombrado así por Cristóbal Colón), es en los Cayos Zaza de Afuera. La navegación es placentera, con un viento estable por la amura de babor entre 50 y 65 grados. Tres rizos en las velas y en un par de horas habíamos recorrido las 15 millas al cayo. Julio cambia el impeler del motor principal, pero sigue recalentándose. Creo que podría escribirse un libro sólo con las averías. Pero es normal. Llevamos navegadas cerca de 22.000 millas, son muchas horas de funcionamiento y los equipos se van resintiendo.
Por la noche cenamos a bordo del Longimanus y pasamos una noche estupenda. Con Iñigo y Mara, es difícil pasarlo mal!
El domingo 15 de enero tenemos otro precioso día de navegación hasta Cayo Bretón. Al día siguiente , por la mañana, Julio va a cazar langostas con ellos. Las cogen bajo unas casas o “pesqueros” que montan en el fondo, son cuatro troncos con una plancha de fibrocemento encima, de aproximadamente 1,2x1,2 metros, debajo se ocultan las langostas, que cazan con una especie de ganapán de mango corto, al que llaman “chapingorro”. Julio consigue la nada despreciable cantidad de 11 langostas, de muy buen tamaño, que se suman a las que pescan ellos, que al final del día pueden llegar a los 300 kg de langosta. Yo me enrolo por la tarde, pero bajan a más de ocho metros, y para colmo me he olvidado los plomos. Consigo bajar para ver la maniobra de cerca, pero los pulmones no me dan para mucho más. Es una maravilla verlos.
El martes toca despedida del Longimanus, nos da pena su marcha pero estamos seguros de que volveremos a vernos...quien sabe dónde...el primer encuentro fue en Brindisi (Italia), el segundo en Cholón (Colombia), y, el tercero, en Cuba. Al día siguiente también nos despedimos del Plástico 56. Gente fantástica de verdad.
El siguiente fondeo es en Cayo Anclitas. Cerca está el hotel flotante Avalon, preguntamos si hay algún mecánico a bordo, pues el motor sigue recalentándose. Se ofrece encantado y viene en el plazo de una hora. Finalmente, se trataba del enfriador primario del circuito de agua salada. Estaba medio atascado. Desmontaje, limpieza y parece que funciona. En estas aguas, hay que estar limpiando filtros constantemente, debido a la abundancia de algas (turtle gras), que se meten por todas partes.
Dado que estamos muy escasos de agua dulce, otro yate-hotel nos pasa 600 litros de agua, pues aún quedan varias jornadas hasta Santiago. No sabéis cuánto lo agradecimos. Conseguir agua dulce a veces, en algunos lugares, es una odisea.
El sábado bajamos a la playa, en el primer intento abortamos maniobra, pues vemos en la arena huellas que parecen de cocodrilo (hay cocodrilos en estos cayos...). Segundo intento, esta vez sin huellas, pero sin quitar la vista de la vegetación de detrás de la playa.
La siguiente parada es en Cayo Cuervo, tiene una laguna dentro, con un acceso bastante estrecho y de escaso calado. Así que Julio se acerca a un camaronero a preguntar, por si nuestros datos cartográficos no fueran fiables. Le indican y además le regalan un cubo de camarón de muy buen tamaño recién pescado. Así que Julio y yo, mano a mano, a pelar un cubo entero de camarón que irá en porciones al congelador.


Entramos en la laguna y fondeamos, bien abrigados de viento y mar. Tengo que comentaros que la cartografía en Cuba es muy precisa, nosotros llevamos Max Sea (C-Maps) y Navionics, y van “clavaos”, especialmente este último.
El lunes 23 levantamos fondeo, con idea de ir hacia Santiago con una parada intermedia. Adelantamos la decisión puesto que tenemos muy buen viento, del Sur, algo excepcional en esta época pues los vientos dominantes son del ENE, justo en la nariz para ir hacia la capital del son..salimos con 20/25 nudos y olas de uno a dos metros, yendo por encima de los siete nudos. A partir de las doce suben mar y viento, recogemos trapo al 60% y vamos por encima de los ocho nudos. Fondeamos en cayo Rancho Viejo para pasar la noche y descansar bien, pues este último tramo ha sido un tanto agotador.
El martes seguimos travesía, el viento y el mar han bajado. A las ocho de la tarde estamos doblando Cabo Cruz. Motoveleando llegamos a Santiago de Cuba el miércoles por la tarde. Enfilamos la entrada a la bahía, flanqueada por el fuerte del Morro, dotado con baterías de cañones, huella del pasado colonial español.
Amarramos en la marina de Santiago, está en bastante mal estado y a nuestra llegada ni siquiera hay electricidad.
La marina está a 20 km de la ciudad, y hay un ferry que por un CUC te lleva en unos 20 minutos.
Santiago es la capital del son, una ciudad con cuestas (nos recordó a nuestro Vigo) y con algunos bellos edificios y plazas. Comemos en un paladar y por la tarde vamos a la Casa de la Trova, donde siempre hay música en directo. El maestro de baile de La Casa enseña a Julia a bailar son, y lo pasamos fenomenal. Coincidimos en la marina con otro barco español, el Kalliope, patroneado por Emilio Colomer, acompañado por su amigo, Antonio, ambos de Sevilla.
La marina de Santiago tiene serias deficiencias, entre otras cosas, hemos estado cinco días sin agua, y hemos tenido que discutir las tarifas, pues el gerente pretende inventárselas, igualándolas a las de Marina Hemingway, en La Habana. Cuando esta marina deja tanto que desear. Finalmente, hacemos todos los trámites y el despacho del barco para zarpar el martes 31 de enero.
Como colofón, sobre las vivencias en Cuba en estos casi dos meses, tomo prestada una frase extraída del libro “Cuando el tiempo nos alcanza”, las memorias de Alfonso Guerra: “ la forja de las ilusiones colectivas termina a menudo mecida en el pozo de la decepción”.
En total pasamos menos de una semana en Santiago, toca ya salir de Cuba rumbo a nuestro próximo destino...Bahamas. Pero eso será en el próximo episodio.
Hasta entonces, besos, abrazos, amor.






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Cuba, qué linda Cuba...

2/7/2017

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Nota previa: hemos tardado tanto en actualizar el blog debido a que en Cuba el site de Weebly está bloqueado.


Permanecimos en México más de un mes, dedicado al descanso, al turismo y a la buenísima (y barata) gastronomía mexicana. También aprovechamos para pertrechar el barco, dado que en Cuba la oferta es escasa y el precio alto y Bahamas, el siguiente destino, también es muy caro.
Durante cinco días alquilamos un coche, y recorrimos buena parte de la península del Yucatán. Nos bañamos y buceamos en tres cenotes, uno a cielo abierto, otro subterráneo y otro que está en una cueva a cielo abierto. Visitamos las pirámides de Cobá, las cuales están mucho menos masificadas que las de Chichén Itzá y no han sido reconstruidas (están tal cual se encontraron). Además puede subirse por la pirámide principal, están en medio de la selva y puede recorrerse el complejo en bicicleta. Visitamos asimismo las ciudades de Valladolid, Mérida e Izamal, que también está rodeada de pirámides.
También estuvimos en Playa del Carmen, donde quedamos con Sonja, prima de mi amiga Sela, y con Antonio “Piru” Alonso, un enamorado de la apicultura que trabaja en un centro de recuperación de animales.
El dos de diciembre toca hacer los papeles para despachar el barco a Cuba. En esta época, soplan ya los Trade Winds, del ENE, así que sabemos de antemano que cruzar el canal del Yucatán hasta la isla de Cuba no va a ser nada cómodo.
El domingo cuatro de diciembre salimos de la bahía de Isla Mujeres, donde permanecimos fondeados un día, tras reponer combustible, rumbo a Cuba.
La previsión meteo no estaba acertada, el viento sopla de 20 a 35 nudos del E, es decir, en la nariz.
Vamos en ceñida rabiosa al 45ºN, cuando nuestro rumbo debiera ser al 85. La mar también está más gruesa de lo previsto, contábamos con 2-3 metros y son en realidad 3-6...
El lunes por la noche reventó el enrollador del génova, de modo que en plena noche y en tales condiciones de meteo hubo que montar uno de fortuna. Por la mañana decidimos acortar recorrido, encendemos motor y motoveleamos con mayor y mesana rizadas, vamos muy despacio, pero vamos en linea recta. La idea es hacer una parada en Cayos de San Felipe para descansar.
El martes las condiciones de mar y viento mejoran, al menos éste ya no viene por la proa, si no por la amura de babor, reducimos las vueltas del motor, ganamos velocidad y vamos ligeramente más cómodos...aunque en momentos como éste ya no sabes si realmente es así o es que una se ha acostumbrado a vivir dentro de una lavadora centrifugando....
Al doblar la punta de María la Gorda, las condiciones se suavizan sensiblemente. Han sido treinta horas de pesadilla, pero ya pasó lo peor. A las diez de la mañana ponemos proa a la entrada W de los cayos, y, al rato, tenemos que parar. Por las vibraciones, notamos que algo se ha enredado en la hélice. Así que largamos el ancla y Julio se tira al agua para liberar la hélice de una masa de algas que se habían enredado en ella. Dentro de la bahía de Batábano, el calado es muy escaso, navegamos en 5/6 metros de agua y siempre vigillando la proa. Finalmente fondeamos en el medio de la nada, aún lejos de algún cayo, pero estamos protegidos del mar y agotados, con lo que lo mejor es descansar: el cansancio menoscaba considerablemente la seguridad. Estamos al este de la Ensenada de Cortés, a la altura de Puna de Cartas. Comemos y organizamos barbacoa para cenar.
El miércoles, después de desayunar, reanudamos la marcha. Navegamos hacia el este-sureste con agua entre 6 y 7,5 m., vamos a motor con la mayor largada, hay 7-9 nudos de viento y a la una del mediodía llegamos a Cayos San Felipe. Aquí hemos estado hace nada menos que quince años, cuando Julio participó a bordo del Monca en la Regata Cádiz-La Habana, y después navegamos desde La Habana hasta Cienfuegos. Si bien en aquélla ocasión navegamos por fuera de los cayos y no entramos en la bahía de Batábano, la ventaja de la segunda opción es que apenas hay mar. Y al final te acostumbras a navegar tranquilamente (aunque siempre ojo avizor) con tan escaso calado. El jueves Julio aprovecha para bajar con botellas y cambiar zincs y darle un repaso al casco.


Aprovechamos también para limpieza del interior, así como dar clase, como cada día, y Julia y yo empezamos a preparar los adornos de Navidad.
No hay ningún otro barco, avistamos unos pesqueros pero ni se acercan. En Cuba está prohibido invitar a un cubano a subir a bordo sin autorización de las autoridades, solicitada con veinticuatro horas de antelación. Los cayos están, en general, deshabitados, así que hasta llegar a Cienfuegos, estaremos fuera de la civilización, ni siquiera avistamos una luz eléctrica por ninguna parte. Pasaremos diez días los tres completamente solos. Maravilla!
Sintonizamos emisoras de radio cubanas, hace unos días ha muerto Fidel Castro, y casi todas las cadenas hablan de él, prácticamente todo el rato.
El viernes continuamos ruta hacia el E, fondeamos al abrigo de Isla de Pinos, al norte de punta La Majagua.
El sábado por la noche nos levantamos antes del alba, para salvar las cerca de 80 millas que nos separan del E de la Isla de Pinos. Navegamos a vela hasta cabo Pepe, a partir de ahí viento y mar vienen de proa,así que motoveleamos en la medida de lo posible.
A las cinco de la tarde, aún con luz suficiente, estamos fondeando frente al Cayo Matías. El agua es transparente y de un azul increíble.
Nuestra intención es pasar un par de días aquí y bucear, pero los dos días siguientes amanecen con veinte nudos de viento.
El lunes doce, después de comer, levantamos fondeo rumbo a Cienfuegos. El viento, aunque de proa, es muy ligero y vamos casi todo el trayecto a motor, y, como no hay apenas mar, la travesía resulta muy cómoda. La noche nos reserva una espectacular luna llena, hay tanta luz que casi parece de día. En las inmediaciones de Cienfuegos, hay una zona muy extensa en la que está prohibida la navegación, esta zona comprende Bahía de Cochinos. Julio pesca tres enormes barracudas. Es un pescado blanco delicioso, con sabor y textura entre la merluza y la lubina. Sólo hay que tener cuidado con la ciguatera, una toxina muy peligrosa que afecta especialmente a este pescado. Tras escuchar muchas teorías sobre cómo averiguar si está o no afectado, algunas tan rocambolescas como echar un pedazo a las hormigas y, si le lo comen, adelante, la más congruente es observar: si la escama sale demasiado fácilmente o la barracuda (picúa en Cuba) está blandengue, mejor deshecharla. Aunque pescándola en estos calados (1000 m) es difícil que esté afectada, es más facil que enferme la que vive en el arrecife a escaso calado, que es donde ingiere la toxina.
A las 16 horas estamos enfilando la bahía de Cienfuegos, tiene un canal de entrada bastante estrecho pero está bien balizado, que luego se abre en la enorme y preciosa Bahía de Cienfuegos.
Izamos la bandera Quebec (amarilla), obligatorio antes de hacer la entrada en el país y las autoridades sanitarias den el vistobueno.
Tras contactar por radio con la marina, amarramos en el muelle de tránsito y empezamos con los papeleos. Nos visitan a bordo las autoridades: Sanidad, Capitanía de Puerto, Migración, Aduanas....también sube a bordo un perro detector de drogas. El tema de los papeleos es bastante pesado, pero es lo que hay. Tras más de dos horas está finiquitado. Ya estamos, oficialmente, en Cuba. El personal de la Marina Cienfuegos es amabilísimo, Julia enseguida hace amigos y los agentes de Aduanas la invitan a un helado de chocolate.
El primer problema se presenta con la conexión a Internet. Hay una única red wifi, de la única empresa de telecomunicaciones, Etecsa. No hay posibilidad de conexión 3G. Así que hay que comprar una tarjeta, con clave de usuario y contraseña, y dirigirse a algún punto de la ciudad en la que estés que tenga red. El precio por hora es de dos CUC. Y, o bien haces cola en los puntos de ETECSA (una hora de espera de media) o se la compras en la calle de reventa a algún cubano (no sé cómo se las arreglan para repartir la señal desde una única tarjeta, cousas de informáticos). También hay posibilidad de conectarse al router de algún chico cubano (no sé cómo se las arreglan para repartir la señal desde una única tarjeta, cousas de informáticos), te cobran la hora a 1 CUC.
Hay hoteles, como el Nacional de La Habana, que tienen su red y cobran 7 CUC por hora. Así no se les cuela en el lobby gente que lo único que quiere es conectarse a Internet. Ironía que se llame Hotel Nacional, cuando sus precios por Internet y ya no os cuento por hospedarse, son prohibitivos para los cubanos. Y también para la mayoría de los turistas. Eso sí, el sueldo de un trabajador de estos hoteles es por término medio de 600 pesos cubanos. Y hay que decir que está en bastante mal estado, por cierto.
En Cuba hay dos monedas, el peso nacional y el CUC, o peso convertible. Un CUC viene equivaliendo (más o menos) a un euro. Y un CUC son veinticinco pesos cubanos. En general, los extranjeros pagamos en CUC y los nacionales en moneda nacional. El problema para los cubanos es que muchas cosas sólo pueden pagarse en CUC. El salario de un cardiopediatra o de un ingeniero superior es de 1200 pesos, que vienen siendo unos 50 CUC. Así que los cubanos se las ven y se las desean para conseguir CUC, más pesos cubanos también, y así acceder a muchos productos o servicios. De ahí que todos se busquen la vida, ya sea conduciendo un taxi, un bicitaxi, revendiendo tarjetas de internet, alquilando habitaciones en sus casas a los turistas, reparando toda suerte de cosas, y mil trabajos más para poder salir adelante. Lo mejor de Cuba, sin lugar a dudas: los cubanos. Alegres, amables, siempre dispuestos a ayudarte en lo que puedan y a ofrecerte su casa para invitarte a comer.
Estuvimos en Cienfuegos hace quince años, en el anterior barco, el Monca. Lo cierto es que hemos notado cierta mejora en esta ciudad en casi todo. Después de hacer cola para comprar la tarjeta para Internet, vamos al Parque José Martí para conectarnos, ya que llevamos más de diez días aislados, salvo por el teléfono satelital y el correo del barco.
Cienfuegos es una ciudad pequeña, llamada aquí “ La Perla de Cuba”, cuya vida se organiza en torno a tres ejes principales: el Parque José Martí, el Paseo del Prado y la calle peatonal. Es una ciudad muy tranquila y con mucho encanto. Y, como en toda Cuba, la música en directo está presente en muchos bares y paladares, si bien estos días están de luto oficial por la muerte del comandante y no se permite mucha jarana. Los paladares son restaurantes habilitados en casas privadas, en los que puedes comer por, aproximadamente, entre 5 y 10 CUC/pax. Pollo, cerdo o camarones. La carne de res es bastante más cara y escasa, así como la langosta. Pescado apenas se encuentra, salvo en filetes y congelado, ya que apenas cuenta Cuba con una flota de pesca.
El domingo 18 de diciembre nos fuimos a La Habana por tierra, es un trayecto de más o menos tres horas y se puede hacer en taxi por unos 50 euros/trayecto. Allí alquilamos una habitación en una casa, pues es la opción más económica, una noche con desayuno en La Habana Vieja cuesta 39 euros. Nos alojamos en casa de Mary, una habanera encantadora y amabilísima.
Como ya os conté, hace quince años estuvimos aquí y, si bien encontramos Cienfuegos algo mejor, La Habana está mucho más sucia y deteriorada. Está plagada de hermosos edificios que, tras años sin mantenimiento alguno y sobrepoblados, se caen a pedazos. De hecho muchos ya se han derrumbado. El Malecón es una sonrisa desdentada, con solares vacíos ocupando los espacios en los que antes se erigían preciosos inmuebles. También está mucho más sucia. Lo cierto es que es muy triste verla así, con cientos de edificios, verdaderas joyas arquitectónicas que, por su estado actual, son ya irrecuperables. Algún edificio se ha restaurado, principalmente los destinados a hoteles (capital mixto cubano/extranjero), embajadas y similares. Entre ellos, el Teatro Nacional de La Habana Alicia Alonso, antes Centro Gallego. Un impresionante edificio que tuvimos oportunidad de visitar. Está justo al lado del Capitolio. Durante la visita, charlamos con el Presidente de las Asociaciones Gallegas de la Habana, puesto que aún cuentan allí con unas oficinas. Me encontré con una señora de Vigo, que había vivido en la misma calle que mi abuela Lucrecia, y se acordaba de ella. Fue muy emocionante para ambas.
Pateamos la Habana los cuatro días que pasamos allí, la Habana Vieja, el Vedado, Centro Habana, Miramar, la Quinta Avenida, el Malecón...También conversamos con muchos habaneros, escuchamos música en directo, canté boleros en la Calle Obispo....
Los medios de transporte principales en la ciudad son el bicitaxi y los taxis particulares (muchos de ellos auténticas reliquias, Cadillacs, Chevrolets, Buicks...de los años 50). Los taxis oficiales, como en casi todo lo público, no hacen esfuerzo alguno en captar clientes.
También, continuando con la tradición de visitar a los “vigueses por el mundo”, quedamos con Ernesto Arbones, de Vigo, con quien cenamos y después fuimos al mítico Gato Tuerto y al Tocororo. Una noche de muchas risas!
Tras cuatro días regresamos a Cienfuegos. Vuelta a casa, al Alba Plena, para celebrar la Navidad y Fin de Año. Esperábamos al Longimanus (Íñigo y Mara) el 22, pero un par de averías gordas y el viento en contra los tienen atrapados en Gran Caimán. Esperamos despedir con ellos el año.
Anoche arribó un catamarán con bandera francesa, tripulado por Ricky, italiano, su madre y su esposa, cubana. Venían de Guadalupe, contentos de llegar tras nueve días de navegación. No pudieron bajar del barco. A la esposa de Ricky, como cubana, le está prohibido llegar en un barco. Ni aún con doble nacionalidad. Así que pusieron vigilancia para que no subiera ni bajara nadie de la embarcación, y les ordenaron salir en cuanto amaneciera. Tienen que ir al país más cercano, Gran Caimán (170 millas), y que ella venga a Cuba en avión. Después tendrá que solicitar un permiso para poder embarcar y unirse a su marido. Imaginaos qué palo. Llegar a tu país y que ni tan siquiera te dejen poner el pie en el suelo. Peeero...las cosas son así...
El 24 de diciembre, Nochebuena, cenamos a bordo. Se nos unió Giulio, del Svelosa, nuestro vecino de pantalán, un encantador italiano de Torino, que trajo un pannetone y vino de Sicilia. Pasamos una noche estupenda, visita incluida de Papá Noel a Julia.
El 28 Giulio organizó una cena, en un restaurante cienfueguero,con su hermano, que llegó esta tarde, su cuñada, de Colombia, y otros tres amigos italianos entre los que está Naif, una cantautora italiana. Tambíen se unieron Ana, de Barcelona, y Lilo, su pareja, de Torino.Una cena estupenda y, como colofón, mini concierto de Naif, que nos encantó. También canté yo y luego se nos unió un trío de música tradicional cubana, y, como dicen aquí, “se formó la corredera”! Una noche irrepetible. Lo pasamos pipa!
El 29, Giulio y su nueva tripulación zarpan hacia Cayo Largo. Y.....por fin arriba a Cienfuegos el Longimanus, con nuestros amigos Íñigo y Mara. Teníamos muchas ganas de reencontrarnos, así que más alegría.
El 30 Ana, Lilo, Mara y yo alquilamos un taxi, un coche de los años 50, y fuimos a la playa de Rancho Luna, a 45 minutos de distancia. Allí buceamos, comimos y nos reímos mucho. De vuelta, Mara y yo paramos en el Club Cienfuegos, antes Club Náutico, donde cada tarde, con las espectaculares puestas de sol en la bahía de Cienfuegos de fondo, toca un quinteto de música tradicional que da gloria escucharlos. El concierto es cada día, pero el de hoy estaba en su apogeo, toda la gente bailando y gosando. Momentos que sólo pueden vivirse en Cuba.
Como os dije antes, lo mejor de Cuba son los cubanos. Sin duda alguna. Personas alegres, cariñosas, siempre dispuestas a ayudar. Yudelsi, Mary, Fran, Adrián, Mila....Y también las amiguitas que está haciendo Julia aquí, Amelia, Camila y las que cada tarde, en el parque infantil de al lado de la marina, comparten momentos con ella mientras yo practico con la guitarra (estoy recibiendo clases con un maestro cubano, Orgly, desvelando los secretos del bolero).
El 31 organizamos cena a bordo, las tripus del Longimanus y el Alba Plena, y también Lilo y Ana. Unos días antes Julio compró un cochinillo de unos 12 kilos, cuya mitad preparó en la barbacoa y le salió estupendo. El resto de los comensales aportaron un estupendo jamón ibérico, salmón ahumado, queso Parmigiano de 18 meses, y turrón y pannetone para los postres. Improvisamos unas campanadas y tomamos las uvas. Después nos fuimos a bailar y a recibir el nuevo año como se merece. Hacía muchos años que no me reía tanto! Qué noche tan divertida!!
En otro orden de cosas mucho más prosaico, para los que gustáis de este tipo de detalles, hemos conseguido reparar el tanque de agua caliente y la hélice de proa, que metía un poco de agua (nuestra hélice de proa va metida en el casco, y la bajamos/subimos cada vez que la necesitamos, un sistema que proporciona mucha más eficacia, pero hay que estar “ al loro” de sellos y juntas tóricas). También el enrollador del génova. Hay un mecánico estupendo en la marina, Odeled, que lo repara todo. Todo, todito, todo. Lo de usar y tirar en Cuba es un lujo imposible. Todo es reparable. Y si no hay la pieza, se fabrica.

En resumen, unas navidades muy lejos de casa, de los amigos de Vigo y, por supuesto, de la familia, a la que extrañamos mucho. Pero el mar te procura amigos que lo son para toda la vida y pasan a formar parte de tu otra familia: la de los locos por el viento, el agua salada, la aventura, los amaneceres infinitos. Los que cuando vemos el mar, imaginamos infinitos caminos y esa libertad imposible de conseguir en tierra firme.


Y hasta aquí la primera parte sobre Cuba...en un par de días, el resto. Hasta entonces, besos, abrazos, amor.










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brindis con Mara, del Longimanus. Aún no podían bajar del barco, pues no habían hecho el "clearance" todavía. La malagueña más guapa y más salerosa de la galaxia con esta galleguiña!
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México lindo...y MUY querido

11/13/2016

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 El miércoles 19 de octubre, a las 9:30 de la mañana, largábamos amarras. Salimos con mucho tiento y a las 10:15 poníamos proa a la isla de Utila, la más occidental de las tres islas que conforman el archipiélago de las Islas Bahía. Tras unas horas de navegación, entramos en los Cayos de Agua, al SW de la isla. Todavía con luz solar, por supuesto. El calado medio es escaso y hay cabezas de coral aisladas que debemos evitar.
A la mañana siguiente, Julio y yo nos vamos a bucear, los fondos son preciosos y arponeamos un pez cada uno, con los que prepara Julio una buena sopa de pescado, que a Julia le encanta.
Por la tarde levantamos fondeo y nos dirigimos a Belize, a Southwest Cays, uno de los pocos atolones del hemisferio oeste. Ralentizamos la marcha, puesto que no queremos llegar antes de las 10 de la mañana, para tener la luz propicia, puesto que es una zona peliaguda y la cartografía es muy deficiente. Una vez fondeados, nos disponemos a descubrir los míticos fondos de Belize.El motor del dinghy no quiere funcionar, así que Julio y yo nos hacemos a nado los 300 metros que nos separan de la barrera de coral, a contracorriente. El esfuerzo vale la pena. De camino vemos una manta raya leopardo de unos dos metros de envergadura. Una preciosidad! Al llegar a la barrera, no nos defrauda. Una auténtica maravilla, con cabezas de coral enormes que emergen desde el fondo. Una gran variedad de corales y de peces, de todos los colores imaginables. Un auténtico espectáculo.
A la mañana siguiente, mientras damos clase Julia y yo, Julio se va en el kayak hasta la otra cara de la barrera. Un fondo de una arena de una blancura increíble. Captura una langosta y un par de peces tipo sargo.
El domingo a primera hora levantamos fondeo, a pesar de las grandes cabezas de coral, el ancla sube bien. Ponemos proa a México. Tenemos viento y mar muy malos, de proa, con vientos entre 20 y 30 nudos. La subida nos lleva más de tres días, muy duros. De hecho, creo que es la peor travesía, con diferencia, hasta ahora. El viento y el mar nos obligan a hacer bordos y se hace interminable. Amén de estar como dentro de una lavadora. A mayores, el lunes se avería el enrollador del génova, Julio consigue hacer una reparación de fortuna, con lo que podemos llevar dos tercios de génova, suficiente debido a la velocidad del viento.
Así que el miércoles por la mañana por fin avistamos Isla Mujeres, frente a Cancún. Hemos decidido ir a la Marina Puerto Isla Mujeres, ya que está dentro de la isla, en la laguna de Makax, y constituye un refugio para huracanes. No olvidemos que la temporada no termina oficialmente hasta finales de noviembre. Además, como tenemos programado un viaje a Ciudad de México de una semana, queremos dejar el barco con tranquilidad.
La marina está muy bien, es un resort de la firma Wyndham, con muchos servicios y una piscina para alegría de Julia.
Isla Mujeres es una isla pequeña, de unos ocho o nueve kilómetros de largo, situada frente a Cancún. Fue así nombrada por Hernández de Córdoba en 1517, cuando visitó esta isla, que entonces estaba deshabitada, y, en el templo maya que estaba en la punta sur, del que hoy apenas quedan ruinas, encontró estatuas de la diosa Ixchel y su corte femenina. Ixchel, Mujer Arcoiris era, en la mitología maya, la diosa del amor, de la luna, del amor, de la gestación, la medicina y los trabajos textiles, así como la protectora de la mujer durante el parto. Es ésta una isla rodeada de un mar azul cristalino, y se comunica con Cancún mediante un rápido y moderno ferrry que apenas tarda veinte minutos en cubrir la distancia que los separa.
Al llegar, papeleos, como de costumbre siempre que arribamos a un país nuevo. En el caso de México, son las autoridades las que visitan e inspeccionan el barco: Inmigración, Capitanía de Puerto, Sanidad, Agricultura y Aduanas. Así que casi todo el primer día lo pasamos atendiéndolos. Después toca zafarrancho, tras los duros tres días de navegación. Y los dos días siguientes, descubriendo la isla, que, aunque estamos en temporada baja, está muy animada, sobre todo por turistas norteamericanos.
La comida es estupenda y muy barata, ya sea comiendo en la calle, en restaurante, o en el propio hipermercado, muy bien surtido.
El sábado cubrimos la distancia hasta Cancún en ferry y luego tomamos un avión que nos lleva hasta la Ciudad de México (CDMX). Esta impresionante megalópolis, con alrededor de veintitrés millones de habitantes, nos cautiva desde el primer momento. Nos alojamos en un apartamento (vía Air BNB) en el barrio de Condesa, un lugar tranquilo y muy paseable poblado de pequeños restaurantes, librerías y muchas muestras de arquitectura art decó.
Los motivos del viaje son, aparte de conocer esta inmensa urbe, fundamentalmente dos.
El primero, entregarle a nuestro amigo Pepe Janeiro cuatrocientos gramos de angulas traídas a bordo desde Vigo. Julio y él, amigos de la infancia, forman parte de una peña lotera a la que, en la lotería de Navidad del año 2015, le tocó un pequeño pellizco, que decidieron gastarse en una buena angulada. Como Pepe vive en México desde hace muchos años, Julio se comprometió a traerle su parte en nuestro congelador. Así que las angulas han viajado....veinte mil millas!!!! nada más y nada menos....Pepe nos recoge en el aeropuerto de CDMX, y nos acompaña casi toda la semana cuando su trabajo se lo permite. También compartimos tiempo con su esposa Araceli, y sus hijos Jimena y José Miguel. Incluida una comida en su casa en la que dimos cuenta de las angulas y una buena langosta. En la sobremesa nos acompañó, además, Jorge, hermano de Pepe, con su familia. Familia Janeiro, sois adorables, sencillamente adorables! Muchísimas gracias por todo y nos vemos en abril!!!!!
El otro motivo era renovar el pasaporte de Julia en la Embajada de España en CDMX. Queda solventado en una mañana, a pesar de que íbamos sin cita previa, nuestro caso es único para ellos y quedan cautivados con la simpatía de Julia y su hazaña. Esperamos recibirlo en el Consulado Honorario de Cancún a finales de mes.
Casualidades de la vida, resulta que nuestros amigos Pedro Portanet y Tani Villar pasarán unos meses en México, pues la hija de Tani vive aquí. Así que compartimos comida en casa de Eva, la hija de Tani, con sus hijas y su esposo Roberto. Otro día en familia que se agradece mucho llevando como llevamos tanto tiempo fuera.
También, casualidad, nuestros amigos Manuel y Mónica, y su hijo Pedro, del Sonora Dos, estarán unos días en CDMX, así que pasamos otro estupendo día con ellos y sus amigos mexicanos Pily, Ubaldo, María Fernanda y Javier.
Aparte de esto, coincide con la festividad de los Muertos, que como sabréis en México tiene un significado e importancia especiales. Nos encontramos la ciudad llena de calacas (esqueletos) y catrinas. La catrina, calavera vestida con ropas de gala, fue una figura creada por José Guadalupe Posada y bautizada por Diego Rivera. Era una caricatura de aquéllos que, teniendo sangre indígena, pretendían ser europeos. Hoy en día, es todo un símbolo de esta festividad, y forma parte del acervo cultural mexicano.
En la semana que pasamos en CDMX, nos da tiempo de visitar el CENART, Centro Nacional de las Artes, con la XVI Feria de las Calacas, enfocada a los niños. También el impresionante Museo Nacional de Antropología, que nos gustó mucho, ya sea en la parte de Antropología General o en las numerosas salas dedicadas al poblamiento de Centroamérica y las culturas precolombinas, con numerosas piezas encontradas en los yacimientos o reproducciones a escala natural de determinadas piezas o partes de los mismos. En el centro histórico, la enorme plaza del Zócalo (46.800 metros cuadrados...), con la no menos majestuosa Catedral de México, la primera y más grande de América. También la famosísima Plaza Garibaldi, donde se concentran los mariachis. Aunque esta última nos pareció bastante deprimente....El barrio de Coyoacán, donde está la que fue casa de Frida Khalo y la última residencia de León Trotsky. Vamos, que no paramos, jornadas continuas de paseo desde las siete de la mañana hasta la noche.
Moverse en México es fácil y barato en taxi, eso sí, teniendo cuidado de “agarrar” un taxi oficial y no dejarse llevar por cualquiera. Aunque una vez descubierto Uber, ya no lo cambiamos por nada. Lo cierto es que viajar con las apps actuales es una gozada, para moverse, para saber, para conocer qué actividades hay cada día...facilitan mucho las cosas.
En fin, una semana maravillosamente agotadora que gozamos a tope.
La gastronomía mexicana es alucinante, más allá de los tacos. La oferta es variadísima y de una gran calidad. El precio, estupendo. Podría decirse que la comida es el eje de la vida de los mexicanos. Se come a cualquier hora, en cualquier parte....de suerte que no hay horarios de comedor, se puede comer a cualquier hora, de todo, de la mañana a la noche.
El domingo seis de noviembre toca volver a nuestra casa flotante. Semana de pequeñas reparaciones, limpieza etc.
Mañana lunes, alquilaremos un coche para recorrer la península del Yucatán: Playa del Carmen, Tulum, las pirámides de Chichén Itzá y probablemente Mérida...El precio de un coche es de unos 30 euros por semana...
Desde Isla Mujeres, Quintana Roo, México, besos, abrazos y amor.
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...desafiando huracanes...

10/19/2016

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El jueves 22 de septiembre levantamos fondeo y nos dirigimos a Turtle Cay Marina, debemos reponer agua ya que la potabilizadora ha vuelto a fallar. Contactamos vía e-mail con el único servicio de Dessalator en Centroamérica, que, coincidencias de la vida, está en Puerto Lindo, al lado de Isla Grande y Linton Bay. Creemos que con cambiar el cabezal de entrada a las membranas quedará lista.
El sábado nos avisan de que la pieza ya ha llegado, así que salimos hacia la bahía de Puerto Lindo. Una vez puesto el cabezal, hay una nueva fuga. Se trata de la bomba. Una nueva cuesta la friolera de 1.500 USD, más montaje y portes desde Francia. Y como ya estamos más que hartos de repararla por un lado y se estropee por otro, tomamos la decisión de prescindir de ella. Al fin y al cabo, cargamos 1.000 litros de agua, que nos duran 10 días aproximadamente. Y con ir cada 10 días a una marina a reponer, solucionamos. Con ese dinero se pagan varias estancias....
Tomada la decisión, nos vamos a cenar a Isla Grande, con nuestro amigo Michel del catamarán Marco Polo, al hotel restaurante Marino de nuestro paisano Alberto. Nos acompañan también Pupi y Janeth. Nos preparan un delicioso pargo rojo al vapor. Nos chupamos los dedos!
El lunes 26 de septiembre es el día fijado para ir a Bocas del Toro, en Panamá. Al levantar el fondeo, el ancla está sujeta por una gran cadena. Aún con la ayuda de otro capitán finlandés, tardamos casi una hora en liberarla y poder salir. Toca más de un día de navegación, en el que motoveleamos dado que el viento es escaso. Y de paso Julio pesca un hermoso atún de tres kilos.
Sobre las 13:00 horas del martes, estamos fondeando en la laguna de Bluefield, llamada así porque fue la guarida del pirata holandés homónimo. Un fondeo muy bonito y tranquilo. Los indios navegan en unas estilizadas canoas, fabricadas de una sola pieza mediante vaciado, y son muy amables.
El jueves vamos a los Cayos Zapatilla, que forman parte del Parque Nacional Bastimentos. Dos preciosos cayos con abundante vegetación y bonitas playas, casi deshabitados excepto por una familia de indios y los vigilantes del parque.
El viernes levantamos fondeo rumbo a Bocas Town. Como siempre, ojo avizor en proa. Aún así, debido a una isla que se hundió por un terremoto hace unos pocos años, casi casi tocamos con la orza. Atrás toda, y sin mas incidentes fondeamos frente a Bocas.
Bocas es un pintoresco pueblo, con casas de madera de vivos colores, y las que dan al mar están sobre pilotes en él. Está enfocada a la vida nocturna, tiene variedad de restaurantes, todos ellos con dinghy-dock, para acceder desde el mar también, aunque ahora está a media bandera por ser temporada baja. Casi todos los negocios pertenecen a chinos. Vamos a un rudimentario (pero suficiente) supermercado y reponemos algunas cosas.
El sábado cenamos y al ir hacia el auxiliar, en el pantalán falta una tabla y ¡zas! Meto la pierna enterita por el hueco. La verdad es que pensé que me rompía más de un hueso. Por suerte estaba allí cenando un médico uruguayo que me reconoció in situ y me confirmó que me dolería bastante un par de días, pero sin mayor daño. Finalmente, fue un buen golpe, que acabó con unos enormes moratones, y un buen susto.
El domingo quedamos con Iñigo y Mara, del Longimanus. Los conocimos en Brindisi, Italia, y los volvimos a ver en la ciénaga de Cholón, en Colombia. Ellos están en una marina, Red Frog, en la Isla Bastimentos, así que movemos fondeo para acercarnos. Nos acercamos a la marina en el dinghy y pasamos una estupenda tarde-noche, en una de las playas de la marina. Nos despedimos y, de vuelta con el dinghy, con un cielo repleto de estrellas pero sin luna, el motor se para. Intentamos arrancarlo sin éxito, así que empezamos a remar. Tras un buen rato bogando, Julio vuelve a interntarlo y esta vez sí. Como siempre digo, los motores de dos tiempos: esa mezcla de mecánica y chamanismo....
Al día siguiente, volvemos al fondeo frente a Bocas Town, como necesitaremos agua para la próxima travesía, vamos a Marina Bocas y pasamos allí dos días. El martes hacemos una última cena de despedida con la tripu del Longimanus en Bocas, quedamos en volver a vernos en Cuba.
Nuestro próximo destino es Roatán, en Honduras. La travesía es un auténtico desafío por varios motivos.
El principal, que estamos en el apogeo de la temporada de huracanes. Ésta se extiende del uno de junio al treinta de noviembre, si bien pueden formarse fuera de la misma. Hasta ahora hemos estado bien por debajo del llamado Hurricane Belt. Pero la ruta hacia el norte supone salir de esta zona fuera de peligro. Y, si bien los huracanes se forman en la zona de convergencia intertropical, frente a las costas de África; hacia finales de temporada, es decir, meses de octubre y noviembre, su centro de formación puede trasladarse al oeste del Mar Caribe. El ejemplo más claro (y devastador) fue el huracán Mitch, en 1998. Si bien desde el barco podemos tener previsión meteorológica para varios días, ésta se ciñe a un área relativamente pequeña, con lo que prever los huracanes así es complicado. Hoy en día hay muchas herramientas para su seguimiento, la más fiable es la página del National Hurricane Center (USA). Pero para ello hay que tener conexión a Internet, de la que no disponemos.
Así que recurrimos a Jose, hermano de Julio, y al capitán de la Armada Colombiana Armando Ramírez. El plan es el siguiente: cada día, a una hora fija UTC ( hora de tiempo universal), les pasaremos vía e-mail posición, rumbo y velocidad. De esta manera, si se formase un huracán, podrían advertirnos con tiempo y podríamos tomar las decisiones apropiadas. Desde luego, no es agradable toparte con vientos de, por ejemplo, en el caso de Matthew, que estaba sobre Cuba cuando zarpamos, 155 mph.
Por otro lado, en la costa nicaragüense se han registrado en los últimos años abordajes a veleros con fatales consecuencias. El Capitán Ramírez nos aconseja navegar siempre al Este del meridiano 82º, donde además se encuentran los archipiélagos de San Andrés y Providencia, que pertenecen a Colombia y donde hay patrulleras colombianas que podrían asistirnos si fuera necesario.
Por último, en las proximidades del Cabo Gracias a Dios, que marca la frontera entre Nicaragua y Honduras, hay infinidad de bajos (como los bajos Quita Sueño) que llegan a situarse hasta a 60 millas de la costa. Por lo que hay que andar con mucho ojo, porque además la zona no tiene una cartografía fiable al cien por cien.
Así que, con la confianza de tener al capitán Montenegro en España y al capitán Ramírez en Colombia ojo avizor, salimos el miércoles por la tarde de Panamá hacia Roatán.
Aunque a priori esta travesía constituía todo un reto, lo cierto es que fue tranquila de más, no tuvimos apenas viento, y la mayoría del tiempo fuimos a motor y/o motoveleando, excepto un día que conseguimos ir a vela más de veinticuatro horas. La mar estaba como una balsa de aceite, apenas olas. Durante un par de días nos acompañaron un par de pajaritos despistados, que entraban en el barco como Pedro por su casa.
Nos llama mucho la atención el hecho de que, en cuanto empezamos a navegar por aguas nicaragüenses y hondureñas, el mar está lleno de plásticos. Sí, amigos: es una triste realidad. Llevamos comprobándolo desde que salimos de Vigo, la cantidad de basura que se tira al mar. Incluso en el medio del océano, te encuentras con ello. Pero nunca tantos plásticos como por estas aguas.
El lunes diez de octubre por la mañana avistamos Roatán. La entrada es complicada, no hay balizas ni nada parecido y la cartografía no es en absoluto fiable. Así que, como de costumbre, muy atentos a la proa. Aún así tocamos, como vamos muy pendientes y a la velocidad justa para gobernar el barco, resultó sin mayor avería. De la marina de Fantasy Island, en Roatán, salen Debbie y Stephen para guiarnos con su embarcación auxiliar.
Atracamos en 2,8 metros de agua (calamos 2,10). La marina pertenece a un resort que ocupa toda una isla. Hay colibríes, monos, pavos reales, iguanas e incluso vimos un lagarto de esos que corren sobre sus dos patas traseras. También unos roedores de gran tamaño a los que aquí llaman guatusas.
Los monos de la marina tienen por costumbre subir a bordo y robar comida u objetos brillantes. Uno pequeño lo intenta y Ron se lo impide, viene la madre a defender a su monito (aquí a los monos bebé les llaman chunguitos) y Ron los echa a los dos. A sus catorce años, hay que ver!!
El miércoles y jueves alquilamos un coche y recorremos toda la isla, la verdad es que nos gusta mucho.
Roatán pertenece a las Islas Bahía, Honduras. Son tres islas, de E a W, Guanaja, Roatán y Utila.
Honduras fue descubierta por Colón en 1502. Llamó así a estos territorios porque pensó que los fuertes mares con los que se topó se debían a sus aguas profundas. Lo cierto es que, de hecho, estos mares son debidos al escaso calado. Estás islas estaban pobladas por mayas, que fueron obligados a trabajar en el continente como esclavos, por lo que en apenas cincuenta años estaban casi despobladas.
De forma que allá por el siglo XVII, piratas ingleses, franceses y holandeses tomaron el control de las islas Bahía, fundando ciudades como Coxen Hole o French Harbour. Estos piratas utilizaban la isla como base de operaciones para sus “raids” contra la flota española.
En 1797, después de una gran revuelta de esclavos en Saint Vincent, los ingleses deportaron aquí a centenares de afro-antillanos, los garífunas, que siguen con su folclore y costumbres, en el asentamiento de Punta Gorda, al NE de Roatán. En 1859, las Islas Bahía pasaban a formar parte de Honduras. Los descendientes angloparlantes de aquellos piratas y esclavos siguen habitando la isla. De forma que, aunque el idioma de Honduras es el castellano, aquí se habla mayoritariamente inglés. Máxime cuando el principal país “proveedor” de turistas es USA.
Hoy en día, Roatán es un destino turístico muy importante, aquí paran numerosos cruceros y es uno de los destinos top para el buceo, toda vez que la isla está prácticamente bordeada de arrecifes. Las aguas son de un maravilloso color turquesa que no veíamos desde Tobago Cays.
Julia hace una amiga en la Marina, Allison, su padre es irlandés y su madre hondureña, y viven aquí en un barco cerca del nuestro. El domingo, nos llevan a Punta Gorda, lugar donde principalmente están asentados los garífunas. Cada semana, éste es el día de fiesta, se reúnen y tocan y bailan. La música, los ritmos, las melodías y el baile son África en estado puro, transmitidos de generación en generación desde los tiempos de la esclavitud hasta hoy. Los músicos se disponen en semicírculo, y en el centro van saliendo a bailar, ya sea individualmente o en parejas, el baile punta. Pasamos una tarde estupenda y yo inclusó me atreví a salir al centro a bailar, animada por los garífunas.
Hoy nos toca hacer papeleos de salida, zarpe y demás.
Mañana, nuevo destino...pero eso será en el próximo episodio.
Desde Roatán, besos, abrazos, amor.


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hasta siempre, Colombia

9/23/2016

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El jueves 18 de agosto, tras pertrechar, y cargar agua y combustible, salimos de la Marina Santa Marta. El objetivo es pasar la tarde en casa de un amigo que vive allí, dado que su ésta está en un condominio con su propia playa, fondeamos delante y bajamos con el dinghi. Pasamos una tarde estupenda, y después nos prepara una riquísima cena. Volvemos al barco entrada la noche. La idea es salir para Puerto Velero temprano en la mañana.
A las 7:30 de la mañana del viernes, nos despierta la bocina de una patrullera de la Armada Colombiana. Nos informan de que no podemos fondear allí, les decimos que ni en las cartas náuticas ni en el libro editado por el gobierno colombiano advierten de esta prohibición, y que pensamos salir de inmediato. Nos dicen que van a subir a bordo a comprobar la documentación del barco y la nuestra, y que lo harán acompañados de un perro, para buscar narcóticos. Así que, en cinco minutos, tenemos a tres militares y al perro registrándolo todo. Abrieron cada tambucho, tanto en el interior como en el exterior. Les llevó casi una hora comprobar que no llevábamos drogas a bordo. Parece ser que esto es bastante común, y que en aproximadamente seis de cada diez barcos inspeccionados encuentran drogas. Muchos veleros aprovechan su paso por Colombia para hacer este negocio. Os aseguro que fue una hora bastante desagradable.
Por fin, con el susto en el cuerpo, salimos para Puerto Velero. Llegamos sin mayor novedad aún con luz de día.
El sábado viene a bordo Royma, un chico de Puerto Colombia a quien le habíamos encargado una capota nueva para el barco. Se lleva el viejo, para tomar medidas, y nos pide 260.000 pesos colombianos (unos 85 euros) para comprar los materiales, y nos asegura que el miércoles está de regreso con los toldos....ni el miércoles, ni el jueves, ni el viernes...y tampoco coge el teléfono. Imaginaos el cabreo. El sábado vienen a pasar la tarde nuestros amigos Kike y Alba, que viven en Puerto Colombia. Acordamos que lo llame Alba, haciéndose pasar por una clienta potencial, y así averigua dónde tiene el taller Santos, el verdadero tapicero, ya que, al parecer, el tal Royma es un mero “comercial”, que consigue los trabajos y luego se los pasa a él, quedándose con una comisión.
El lunes a primera hora, Julio se va en un moto-taxi a Puerto Colombia. En el taller de Santos le informan de que allí nunca llegó nuestro encargo, e insinúa que Royma tiene muchos problemas con el juego. Julio localiza su casa, recupera el toldo viejo y le insta a que le devuelva el dinero entregado. Como no lo tiene, le asegura que por la tarde nos lo entrega. Debió de ser muy convincente Julio, pues por la tarde teníamos el dinero...se comenta en Puerto Colombia que Julio le hizo una oferta que no pudo rechazar...
El jueves 1 de septiembre nos vamos a Barranquilla, a hacer el zarpe y sellar los pasaportes de salida. Al llegar a inmigración, nos informan de que la visa de Julio lleva expirada dos días. De nada sirven nuestros ruegos. Nos tienen allí un par de horas (son exasperantemente lentos) e imponen una multa a Julio de aproximadamente 400.000 pesos (unos 130 euros).
La verdad es que...vaya semanita!
Cenamos con Javier, Zoraida y Cristina para despedirnos. Queremos agradeceros, queridos amigos, lo bien que nos habéis tratado, y desearos lo mejor en el desarrollo de vuestro sueño que es Marina Puerto Velero.
El viernes zarpamos para Cartagena de Indias, llegamos sin novedad por la tarde y fondeamos delante del Club Náutico. Hay muchos barcos allí y el fondeo es bueno.
El sábado toca despedirnos de nuestros amigos cartageneros. Tere Vélez y Carlos Dahl nos reciben en su casa, un piso en Bocagrande con una estupenda terraza con vistas a la increíble bahía de Cartagena de Indias. Nos acompañan Martha, Erick, Antonio, Susana y su prometido y El Capi. Cenamos la mejor lasaña de nuestras vidas preparada por Angelina, la mamma italiana de Martha. Después, tertulia en la terraza. Y de vuelta al barco. Queridos amigos, os esperamos siempre, en España o donde sea. Os queremos!
Nos despedimos de la ciudad amurallada de Cartagena el jueves, con un paseo en bicicleta y una cena en el PaloSanto.
El viernes a las ocho de la mañana salimos para San Bernardo. Pasamos la noche al sur de la isla Tintipán, y el sábado continuamos navegando hasta Isla Fuerte. Llegamos a las 15:30, fondeamos en la cara sureste con poco más de cuatro metros de agua. Bajamos a tierra, al bar-hotel Playita. La propietaria nos hace de guía por la isla, un lugar donde la vida es tranquila y donde la variedad de flora es impresionante. Las cabras, los cerdos y los gallos campan a sus anchas por todo el pueblo. Nos acompaña a visitar “el árbol que camina”, un impresionante ejemplar que, según los ancianos del lugar, va moviéndose con sus enormes raíces muy poco a poco.
Cenamos en el mismo Playita, con unas vistas increíbles, y probamos el pez león frito. Lo cierto es que habíamos visto varios en el Caribe, pero por lo espectacularmente bonitos que son nunca hubiéramos imaginado que son comestibles. Y no sólo eso: según nos informa Jeff, el otro propietario, estos peces son del Pacífico y en este mar no tienen depredadores naturales, además son muy voraces con el coral y con sus espinas venenosas matan a muchos peces autóctonos. Y tengo que decir que están buenísimos, la carne y el sabor nos recordaron a la faneca.
De hecho a la mañana siguiente Julio arponea uno, al llevarlo en la red le pica con una de sus espinas en la aleta dorsal. El dolor es muy fuerte, pero pasa con relativa rapidez. Lo dicho, una faneca, pero de tiros largos.
La noche del domingo, después de cenar el pez león a la barbacoa, levantamos fondeo con destino a Sapzurro, casi en la frontera con Panamá. Las primeras horas de navegación son relativamente tranquilas, pero sobre la medianoche se levanta un fuerte viento, por proa. Al cabo de cuatro horas, lo pensamos, hacemos cálculos y decidimos que no vale la pena seguir peleándonos con el mar y el viento y viramos rumbo a San Blas. En total pasamos dos noches en el mar, que ya hacía tiempo que no las pasábamos navegando, y Julia tenía muchas ganas. Claro, como ella no hace guardias....;)
El martes llegamos a Cayo Coco Bandero, tras ralentizar la velocidad del barco para llegar con luz. Y lo más alta posible. Como os comentaba en un anterior post, la navegación en San Blas es complicada, en el sentido de que está sembrado de reefs y la cartografía no siempre es fiable. A veces ni “La Biblia Bauhaus” acierta. De hecho, íbamos a largar el ancla. Yo, como siempre, en la proa, vigilante (tengo que contaros que Julio me ha instalado un banquito de madera en el balcón de proa y ahora es mi sitio favorito, mío y de Julia, nos encanta cabalgar las olas mientras cantamos Ring of Fire, de Johnny Cash!!) De repente, nos topamos con un reef justo en la proa. Grito ¡ atrás a toda!, y, afortunadamente, salvamos el pellejo. Bueno, el barco. Finalmente, fondeamos sin mayor problema más atrás.
Cayos Coco Bandero es simplemente espectacular. Nos pasamos allí dos días, y, el viernes, vamos a Cayos Holandés.
El sábado 17 de septiembre es nuestro aniversario, nada menos que doce años, y nos vamos a Chichimé. Julia se levanta a las seis de la mañana para prepararnos un desayuno especial. Celebración a bordo en la cena, con un enorme chuletón de buey que teníamos reservado en el congelador para una ocasión especial, y qué mejor que ésta. De madrugada se forma una chocosana, o “culo de pollo”. Son frentes muy potentes, con viento del sur, de 35 nudos de media, llegando a veces a los 50. Pero estamos bien fondeados y lo pasamos sin problema. Lo bueno de las chocosanas es que duran, máximo, 45 minutos.
El martes 20 es el cumpleaños de Julio, Julia adorna el salón del barco con guirnaldas, y le fabrica a Julio una corona y un collar de joyas de cartulina. Esta niña es un encanto, de verdad.
El jueves salimos para Turtle Cay Marina, con la intención de repostar agua y combustible.
Mañana sábado, toca Isla Grande, a despedirnos de los amigos que hemos hecho allí: Alberto, nuestro paisano, gerente del Marino Hotel; Pupi; Janeth....
Desde Turtle Cay Marina, besos, abrazos, amor.
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    Alba Plena

    nuestro ketch de 16 metros de eslora, con el que navegaremos el mundo durante dos años.  

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