El viernes, primero de abril, tocó conocer la noche barranquillera. Primero fuimos a cenar a La Cueva, mítico lugar de reunión “de intelectuales y cazadores”, frecuentado por el “Grupo de Barranquilla”, formado, entre otros, por Gabriel García Márquez, el pintor Alejandro Obregón, Alfonso Fuenmayor (Alfonso es el muchacho que se ajusta los anteojos para examinar mejor los botines de un coronel que no tiene quien le escriba), Álvaro Cepeda Samudio, Orlando “Figurita” Rivera... Un precioso local, lleno de historia y de anécdotas. Como las huellas del elefante asiático que Obregón sacó del circo Egred Hermanos una madrugada y llevó (en compañía del domador), sólo para que Eduardo Vilá, el entonces administrador, le abriera el bar y saliera a tomarse una botella de whisky con é, con el domador y con el mismisimo elefante. O el cuadro “La Mulata de Obregón”, imagen central de La Cueva, al que, en respuesta a una broma pesada del pintor, su compañero de cacería, el Toto Movilla, le pegó dos tiros de carabina, volviéndose parte de la misma, como lo dispuso el mismo Obregón. O el arcón de hielo, al que Gabito (como le llamaban sus amigos), homenajea en Cien Años de Soledad: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.”
Cenamos estupendamente y disfrutamos de una “peaso” banda de salsa en directo, de lo mejorcito que hemos visto.
Después, fuimos a bailar a La Troja, Patrimonio Cultural y Musical de Barranquilla, un local con salsa a todo volumen en el que se mezclan gentes de toda edad y condición.
Nuestra “cuadrilla”: Javier, Zoraida, Mario, Juana, Quique y Alba.
El domingo comimos a bordo con Quique y Alba y su hijo, Diego, con una larga sobremesa y una deliciosa charla, como es costumbre.
El lunes empezamos con el papeleo para despachar el barco, como siempre, el equipo de Marina Puerto Velero siempre atento para ayudarnos en todo.
El lunes, exquisita cena de despedida en casa de Javier y Zoraida. El martes, Quique Lastra nos llevó a conocer el centro más antiguo de Barranquilla, una zona de viviendas unifamiliares, estilo art-decó, que nos gustó mucho. Nos acompañó luego al super, toca pertrecho, puesto que en San Blas, nuestro próximo destino, no hay dónde avituallarse.
Maravillosa Colombia, y maravillosos los colombianos, gracias a Javier, Zoraida, Maru, Cristina, Quique, Alba, Diego, Pacho, Mario, Juana.....y a todo el staff de Marina Puerto Velero. Volvemos en junio!!!!
Así que el miércoles, a mediodía, después de comer, zarpamos rumbo a San Blas, Panamá. Una vez fuera de la ensenada de Puerto Velero, el viento se entabla por la aleta de estribor en los treinta nudos, con dos rizos en mayor y mesana y tres en el génova vamos por encima de los 8,5 nudos con fuerte oleaje, mar gruesa de través y aleta. La anécdota de la noche la protagoniza un pez volador, que entra por la misma puerta hasta el sofá del salón. Os aseguro que el susto fue mayúsculo!
Dado que durante las primeras veinte horas vamos muy rápido, toca bajar la velocidad, con el objetivo de arribar a la Isla Porvenir, ya en San Blas, con la luz del día. El archipiélago de San Blas está formado por algo así como 365 islas, un lugar idílico pero repleto de arrecifes de coral, que obligan a tomar todas las precauciones. Amén de la doble cartografía con la que navegamos (Time Zero y Navionics), se hace indispensable el libro “ Cruising Guide to Panama” , de Eric Bauhaus, una “biblia”imprescindible para navegar por aquí.
De forma que nuestra estrategia es, invariablemente, fijar los waypoints de acuerdo con “La Bauhaus” en nuestras cartas electrónicas y SIEMPRE aproximarnos de día y con la luz del sol alta. Y también, SIEMPRE, uno de los dos en la proa, para ver cualquier variación en el color del agua y advertir al piloto en caso de “reefs” no marcados. Lo bueno del tema es que el agua es tan cristalina que se ve muy bien. Pero os aseguro que jamás hemos visto tantos “cadáveres” de barcos subidos en los reefs. La verdad es que impresiona, y te hace ir con los cinco sentidos alerta.
Por fin alcanzamos Porvenir, bajamos a tierra a hacer la entrada y nos llevamos la sorpresa. El coste, entre tasas de inmigración, tasas del barco y tasas para ingresar en Guna Yala (San Blas es territorio de los indígenas Guna ) se acerca a los 500 dólares.....una pasta, y, encima, ni aceptan euros ni tienen terminal para Visa. Así que nos recomiendan irnos al continente, al banco para obtener dólares....otras cinco horas de navegación entre reefs....
La suerte es que Andrés Montenegro, hijo de Julio, charteó un catamarán hace un par de años en San Blas, y nos había pasado el teléfono de Michel, el propietario, que vive aquí con su barco y lo alquila (si queréis chartear aquí en San Blas, no lo dudéis, Michel es vuestro hombre...más info, si queréis, por e-mail). Contactamos con él y, amabilísimo, nos cambia euros por dólares, en Dog Island. Como es viernes y estamos agotados, decidimos posponer el papeleo para el lunes y empezar a conocer ya San Blas. Aconsejados por Michel, primero vamos a los Cayos Limón, a Banedup y, al día siguiente, a Cayos Holandeses.
Os aseguro que es una preciosidad, agua cristalina, arena blanquísima y finísima, y apenas barcos.
Relax, buceo (encuentro con tiburón incluido!)
El lunes, por fin, dejamos el tema burocrático listo y nos vamos a Chichimé, puesto que allí habíamos quedado con Michel. Un lugar maravilloso lleno de gente peculiar. Incluso, en compañía de un navegante brasileño y su guitarra, hay tiempo para un pequeño concierto improvisado en el bar que regentan los propios Gunas en la isla. Una preciosa y perfecta “sesión soirée”.
El jueves 14 levantamos fondeo para ir al encuentro de Antón Malvar, compañero de Julio en la peña de motos Old Bikers (besos a todos desde aquí, disfrutad el GP Jerez!). Fue Antón, de hecho, el que nos hizo llegar la guía Bauhaus, puesto que en España estaba agotada. El “meeting point” es la Marina Turtle Cay, a unas cinco horas de navegación.
Por la mañana, el viernes, a la hora convenida, Antón Malvar se enrola con nosotros en el Alba Plena. Viene fantásticamente acompañado por un estupendo jamón Joselito y unas latas de sardinillas gallegas (no sabéis cuán cotizadas están en este barco!)
Salimos rumbo a Isla Grande, cuando bajamos a tierra a dar un paseo (un pueblo muy pintoresco), el primer sitio donde paramos, el Hotel Congo, nos da la oportunidad de conocer a su gerente, Alberto, de nada más y nada menos que Carballiño. Charlamos con él un buen rato y recorremos el pueblo. Cenamos a bordo una estupenda paella por obra y gracia de Julio, nuestro especialista en arroces y fideuás.
Al día siguiente, nos movemos a Puerto Lindo. Hay un enorme manglar al ladito, que se puede recorrer en dinghi. Así que nos paseamos entre manglares, una experiencia maravillosa. El destino para dormir es Portobello. Ciudad que fue puerto de salida para los galeones cargados de todo el oro y la plata que llegaban por el Pacífico, primero a Panáma ( hoy Panamá City)y, por el Camino Real, a traves del istmo, hasta Portobello, y de ahí a Sevilla.
Portobello está en una de las bahías más hermosas y protegidas que hasta ahora hemos conocido. Guarnecido por tres baterías de cañones, de las que se conservan los restos, fue asediado por piratas, incluido el mismísimo Morgan. Poco se conserva del esplendor de Portobello, lo cierto es que es una pena, porque el enclave es una maravilla.
Dormimos ( es un decir, porque había una verbena y tocó sufrir reggaaetón hasta las dos de la madrugada horreur!), y, al día siguiente, volvemos hasta Turtle Cay.
La idea es ir a conocer la capital, Panamá City, de la mano de nuestro amigo Antón.
Llegamos por la tarde y en tres horas estábamos en la ciudad. Por cortesía de Antón, nos alojamos en el centro, en el distrito bancario, en el hotel Torres de Alba.
Llegar a Panamá City de noche es impagable, tiene innumerables rascacielos que conforman un hermoso skyline. A pesar de que sabíamos (un poco) lo que nos esperaba en la capital, el tamaño y la cantidad de rascacielos nos sorprende.
En los siguientes cuatro días, de la mano de Antón Malvar (gracias, amigo, de verdad!), conocemos Panamá.
Panamá fue fundada en 1519. Fue la primera ciudad europea permanente en el Pacífico Americano, con el enorme protagonismo del flujo de mercancías de este océano al Caribe a través del istmo, aprovechado más tarde para construir la faraónica obra que es el Canal de Panamá. Ante la amenaza del pirata Henry Morgan en 1671, el gobernador decide quemar la ciudad, no sin antes sacar y guardar los tesoros que pudieron. Las ruinas de este primer emplazamiento aún se conservan, conformando el “Panamá Viejo”. La ciudad se reconstruye en 1673 en lo que hoy es el Casco Antiguo, recientemente rehabilitado y de una gran belleza , que constrasta poderosamente con la inmensidad de los rascacielos de los nuevos distritos.
Antón nos lleva a ver a conocer el Canal de Panamá, la verdad que es una maravilla, presenciamos, en las esclusas de Miraflores, el cruce de un Ro-ro , asi como de un pequeño convoy de tres veleros, que se dirigen al Pacífico. Nos da cierta envidia, pero el paso del Canal será otro viaje. El Pacífico es muy grande....
En suma, cuatro fantásticos días en la ciudad, una ciudad de enormes contrastes, en un país lleno de ellos. Incluso hubo tiempo para un baño en el Pacífico!
Y, de nuevo, gracias Antón por tu hospitalidad, y muchos besos para ti y para Conchita.
De vuelta en casa, desde el Alba Plena, besos, abrazos, amor!
Fotos de Banedup, San Blas
fotos de Cayos Holandeses
fotos de Chichimé, San Blas
entre el inmenso manglar, cerca de Puerto Lindo
Portobello, Panamá
uno de los muchos barcos varados en arrecife....
Panamá City, Casco Antiguo
más Panamá
Exclusa de Miraflores, Canal de Panamá