El sábado 22 de abril, a las ocho de la mañana, zarpamos de la Marina Municipal de Titusville, Florida. El reto, cruzar el Atlántico Norte, de Oeste a Este. Cada travesía es diferente, pero estudiados los mapas meteorológicos, leído diversa documentación al respecto, y escuchado/leído diversos relatos de otros navegantes, sabemos que este cruce poco o nada tiene que ver con el inverso, es decir, de África a América. Más largo, y bastante más complejo, debido a la meteo.
Enseguida toca pasar de nuevo por debajo del Max Brewer Bridge, esta vez Julio ha desmontado las antenas a tope de palo, pues el nivel del agua ha subido y unos centímetros pueden ser determinantes. De nuevo los puentes basculantes y la esclusa. A las 16 horas estamos ya en mar abierto. Rumbo directo a Bermudas. La distancia a cubrir en esta primera etapa será de 900 millas. Largamos trapo y vamos por encima de los siete nudos con 16/18 nudos por la amura de estribor. De esta forma, en las primeras doce horas recorremos 90 millas.
El domingo cae el viento, la velocidad del barco baja, aunque nos ayuda la potente corriente del Golfo. A las 11 de la mañana, Eolo se anima de nuevo, con velas rizadas superamos los once nudos de velocidad. El viento sigue aumentando y el mar también. Se está formando una pequeña borrasca y nos la tendremos que comer...Eso sí, en las primeras veinticuatro horas hemos hecho nada menos que 191,5 millas.
El lunes la borrasca nos pasa por encima: vientos entre 30 y 47 nudos, mar duro, realmente duro, y lluvia. Cuando ya pasamos lo peor, el génova se raja. Lo recogemos y esperamos a que amaine más y baje el mar para cambiarlo. A las 20 horas, el viento por fin se entabla en 20/22 nudos, a 80 grados por estribor. Acabamos agotados. Esta borrasca, que no apareció en los cuatro diferentes partes meteorológicos que pedimos antes de salir, ha sido dura.
Continuamos nuestra ruta, más o menos tranquilamente.
El miércoles por la mañana, hay poco viento y a las 9:30 decidimos cambiar el génova. Al largarlo observamos que, aparte de roto, tiene partes deslaminadas. La maniobra sale muy bien, con una retenida en la mayor , rumbo a 170 grados al viento: así, el génova queda desventado y podemos arriarlo. Con la escota de estribor metemos el génova dentro del barco, luego lo doblamos y recuperamos las escotas. Montamos el génova de repuesto, lo izamos y empieza a trabajar. Por la tarde cae el viento, así que motoveleamos unas horas.
A las 21, nos cruzamos con el Juan Sebastián Elcano. Hablamos por radio con el oficial de guardia, que nos pide dejemos milla y medio de respeto. Ellos van navegando a vela, a dos nudos y medio, pues apenas hay viento. El comandante, al escucharnos y saber que somos españoles, nos saluda y charlamos un ratito, nos dice que es para él un orgullo y un placer encontrarse con navegantes españoles por los mares del mundo. La verdad es que nos hizo muchísima ilusión, la pena es que fue de noche y sólo avistamos las luces, no pudimos ver semejante preciosidad de navío en todo su esplendor.
El resto de la travesía hasta Bermuda transcurre sin mayor novedad, viento escaso y motoveleando cuando es necesario. El viernes por la noche un ruido nos despierta a Julio y a mí. Cuando navegas tanto en un barco, tienes un rango de ruidos llamámosles “normales”, y cuando hay alguno nuevo, te pones alerta. Creemos que algo se enganchó en la hélice, no muy grande pues no le impide funcionar con normalidad, exceptuando el ruido, y cuidando de no pasar las 1400 rpm.
El sábado a las 5:30, Control Tráfico Marítimo de St George, Bermuda, contacta con nosotros por radio. Le facilito datos del barco y de la tripu, y nos dan indicaciones para proceder a la entrada.
A las once y media de la mañana estamos atracando en el muelle, enfrente de Inmigración. Cumplimos con las formalidades de entrada, el funcionario es muy amable. Mientras yo remato los trámites, Julio se viste de hombre-rana y procede a revisar la hélice. Efectivamente, se trata de un pedazo de red de nylon. Reponemos gasóleo, nuestro depósito carga 600 litros y, a mayores, llevamos cinco garrafas de 20 litros. Son muchas millas y queremos ir tranquilos al respecto.
Después nos vamos al fondeo, aquí el precio de la marina es prohibitivo. Son islas caras, todo tienen que importarlo, y, en general, los precios son 2,5 veces o tres más que en Florida. Las islas tienen muy buena pinta, pero esta es una parada tan solo para descansar un par de días. Paseamos por St Georges, conectamos con las familias a través de wifi etc.
El día 1 de mayo levantamos fondeo y ponemos rumbo a Azores. Tenemos por delante nada menos que 1800 millas.
El lunes y el martes son días relativamente tranquilos de navegación, el tiempo ya no es soleado ni despejado. Y bastante frío.
El miércoles toca otra borrasca, por la noche explota el balloomer, una especie de genaker que se monta en el stay de proa, para navegar con portantes con génova y balloomer atangonados. Decidimos no recoger lo que queda de él, pues la noche está dura, mar y viento a tutiplén.
Por fin logramos contactar con la Rueda de los Navegantes que coordina Alejandro desde Argentina. Hablamos con otros barcos, como el Atlantide, capitaneado por Leo, que también se dirige a Azores; el Perlético, que está fondeado en la isla de St Marteen y otro barco que se encuentra en el Pacífico, rumbo a las Marquesas.
El jueves amaina un poco el viento, a mediodía procedemos a arriar la vela rota. Montamos orejas de burro y a seguir.
El viernes Julio pesca un pez espada, Kako prepara un delicioso sashimi con ensalada. El domingo por fin ponemos rumbo directo a Azores, pues hasta ahora íbamos haciendo un NE. , gruesa de través. Las olas golpean el casco y una de ellas nos pega tal meneo que el microondas se abre y el plato sale volando, rompiéndose en mil pedazos....es el segundo platillo volante de microondas en este viaje...
Seguimos así, navegando con bastante mar, afortunadamente viento no falta y vamos rizados casi todo el tiempo. La dirección del mismo se mueve entre el través y la aleta.
El jueves 11 motoveleamos prácticamente todo el día. Por la tarde contactamos por radio con un palangrero de A Guarda, el Ribel Tercero, hablamos un buen rato con el patrón.
Nos persigue una borrasca, confiábamos en llegar antes de que nos pasase por encima, pero los sucesivos partes confirman que se está fortaleciendo y avanza más rápido de lo previsto. Así que esperamos las últimas veinticuatro horas muy duras.
Y así es: el sábado 13 de mayo, nos alcanza al anochecer. Antes de medianoche, deja claras sus intenciones con rachas de hasta 60 nudos. Vamos con solamente 3 metros cuadrados de génova, además hemos de ralentizar ligeramente la marcha paa no entrar en el puerto de Horta con este viento tan fuerte. El mar son montañas enormes, calculamos olas de entre seis y ocho metros.
La noche del sábado es, simplemente, horrible.
Por la mañana se relaja un poco, largamos algo de vela, el viento se mantiene entre 20 y 40 nudos.
Finalmente, a las seis de la tarde aproximadamente, entramos en la Marina de Horta. Las sensaciones son muy fuertes, felicidad, orgullo....llegar hasta aquí no es fácil y ésta ya no la cuenta todo el mundo.
El Atlántico Norte es, meteorológicamente hablando, un circo de tres pistas...y sin domador para las fieras.
Hacemos el check-in, hay muchos barcos, ya que ésta es la época en que los barcos cruzan hacia Europa, y al Mediterráneo. El ambiente es absolutamente marinero. Gente de todos los países, edades, compartiendo la misma locura: el mar.
Las islas tienen una pinta estupenda, son volcánicas pero verdes, muy verdes. A ver si nos da tiempo a explorar...Y lo que os puedo asegurar desde ya es que se come de cine (ay, la Vieja Europa....).
Toca descansar, pertrechar, y comer bacalhau.
Kako se vuelve a Vigo el martes16.
Y el martes también arriba el Atlantide, con los que compartimos cena y gratísima conversación.
Aquí nos quedamos Julio, Ron y yo. Cada vez más cerquita de casa.
Desde Horta, Azores, besos, abrazos, amor.
Enseguida toca pasar de nuevo por debajo del Max Brewer Bridge, esta vez Julio ha desmontado las antenas a tope de palo, pues el nivel del agua ha subido y unos centímetros pueden ser determinantes. De nuevo los puentes basculantes y la esclusa. A las 16 horas estamos ya en mar abierto. Rumbo directo a Bermudas. La distancia a cubrir en esta primera etapa será de 900 millas. Largamos trapo y vamos por encima de los siete nudos con 16/18 nudos por la amura de estribor. De esta forma, en las primeras doce horas recorremos 90 millas.
El domingo cae el viento, la velocidad del barco baja, aunque nos ayuda la potente corriente del Golfo. A las 11 de la mañana, Eolo se anima de nuevo, con velas rizadas superamos los once nudos de velocidad. El viento sigue aumentando y el mar también. Se está formando una pequeña borrasca y nos la tendremos que comer...Eso sí, en las primeras veinticuatro horas hemos hecho nada menos que 191,5 millas.
El lunes la borrasca nos pasa por encima: vientos entre 30 y 47 nudos, mar duro, realmente duro, y lluvia. Cuando ya pasamos lo peor, el génova se raja. Lo recogemos y esperamos a que amaine más y baje el mar para cambiarlo. A las 20 horas, el viento por fin se entabla en 20/22 nudos, a 80 grados por estribor. Acabamos agotados. Esta borrasca, que no apareció en los cuatro diferentes partes meteorológicos que pedimos antes de salir, ha sido dura.
Continuamos nuestra ruta, más o menos tranquilamente.
El miércoles por la mañana, hay poco viento y a las 9:30 decidimos cambiar el génova. Al largarlo observamos que, aparte de roto, tiene partes deslaminadas. La maniobra sale muy bien, con una retenida en la mayor , rumbo a 170 grados al viento: así, el génova queda desventado y podemos arriarlo. Con la escota de estribor metemos el génova dentro del barco, luego lo doblamos y recuperamos las escotas. Montamos el génova de repuesto, lo izamos y empieza a trabajar. Por la tarde cae el viento, así que motoveleamos unas horas.
A las 21, nos cruzamos con el Juan Sebastián Elcano. Hablamos por radio con el oficial de guardia, que nos pide dejemos milla y medio de respeto. Ellos van navegando a vela, a dos nudos y medio, pues apenas hay viento. El comandante, al escucharnos y saber que somos españoles, nos saluda y charlamos un ratito, nos dice que es para él un orgullo y un placer encontrarse con navegantes españoles por los mares del mundo. La verdad es que nos hizo muchísima ilusión, la pena es que fue de noche y sólo avistamos las luces, no pudimos ver semejante preciosidad de navío en todo su esplendor.
El resto de la travesía hasta Bermuda transcurre sin mayor novedad, viento escaso y motoveleando cuando es necesario. El viernes por la noche un ruido nos despierta a Julio y a mí. Cuando navegas tanto en un barco, tienes un rango de ruidos llamámosles “normales”, y cuando hay alguno nuevo, te pones alerta. Creemos que algo se enganchó en la hélice, no muy grande pues no le impide funcionar con normalidad, exceptuando el ruido, y cuidando de no pasar las 1400 rpm.
El sábado a las 5:30, Control Tráfico Marítimo de St George, Bermuda, contacta con nosotros por radio. Le facilito datos del barco y de la tripu, y nos dan indicaciones para proceder a la entrada.
A las once y media de la mañana estamos atracando en el muelle, enfrente de Inmigración. Cumplimos con las formalidades de entrada, el funcionario es muy amable. Mientras yo remato los trámites, Julio se viste de hombre-rana y procede a revisar la hélice. Efectivamente, se trata de un pedazo de red de nylon. Reponemos gasóleo, nuestro depósito carga 600 litros y, a mayores, llevamos cinco garrafas de 20 litros. Son muchas millas y queremos ir tranquilos al respecto.
Después nos vamos al fondeo, aquí el precio de la marina es prohibitivo. Son islas caras, todo tienen que importarlo, y, en general, los precios son 2,5 veces o tres más que en Florida. Las islas tienen muy buena pinta, pero esta es una parada tan solo para descansar un par de días. Paseamos por St Georges, conectamos con las familias a través de wifi etc.
El día 1 de mayo levantamos fondeo y ponemos rumbo a Azores. Tenemos por delante nada menos que 1800 millas.
El lunes y el martes son días relativamente tranquilos de navegación, el tiempo ya no es soleado ni despejado. Y bastante frío.
El miércoles toca otra borrasca, por la noche explota el balloomer, una especie de genaker que se monta en el stay de proa, para navegar con portantes con génova y balloomer atangonados. Decidimos no recoger lo que queda de él, pues la noche está dura, mar y viento a tutiplén.
Por fin logramos contactar con la Rueda de los Navegantes que coordina Alejandro desde Argentina. Hablamos con otros barcos, como el Atlantide, capitaneado por Leo, que también se dirige a Azores; el Perlético, que está fondeado en la isla de St Marteen y otro barco que se encuentra en el Pacífico, rumbo a las Marquesas.
El jueves amaina un poco el viento, a mediodía procedemos a arriar la vela rota. Montamos orejas de burro y a seguir.
El viernes Julio pesca un pez espada, Kako prepara un delicioso sashimi con ensalada. El domingo por fin ponemos rumbo directo a Azores, pues hasta ahora íbamos haciendo un NE. , gruesa de través. Las olas golpean el casco y una de ellas nos pega tal meneo que el microondas se abre y el plato sale volando, rompiéndose en mil pedazos....es el segundo platillo volante de microondas en este viaje...
Seguimos así, navegando con bastante mar, afortunadamente viento no falta y vamos rizados casi todo el tiempo. La dirección del mismo se mueve entre el través y la aleta.
El jueves 11 motoveleamos prácticamente todo el día. Por la tarde contactamos por radio con un palangrero de A Guarda, el Ribel Tercero, hablamos un buen rato con el patrón.
Nos persigue una borrasca, confiábamos en llegar antes de que nos pasase por encima, pero los sucesivos partes confirman que se está fortaleciendo y avanza más rápido de lo previsto. Así que esperamos las últimas veinticuatro horas muy duras.
Y así es: el sábado 13 de mayo, nos alcanza al anochecer. Antes de medianoche, deja claras sus intenciones con rachas de hasta 60 nudos. Vamos con solamente 3 metros cuadrados de génova, además hemos de ralentizar ligeramente la marcha paa no entrar en el puerto de Horta con este viento tan fuerte. El mar son montañas enormes, calculamos olas de entre seis y ocho metros.
La noche del sábado es, simplemente, horrible.
Por la mañana se relaja un poco, largamos algo de vela, el viento se mantiene entre 20 y 40 nudos.
Finalmente, a las seis de la tarde aproximadamente, entramos en la Marina de Horta. Las sensaciones son muy fuertes, felicidad, orgullo....llegar hasta aquí no es fácil y ésta ya no la cuenta todo el mundo.
El Atlántico Norte es, meteorológicamente hablando, un circo de tres pistas...y sin domador para las fieras.
Hacemos el check-in, hay muchos barcos, ya que ésta es la época en que los barcos cruzan hacia Europa, y al Mediterráneo. El ambiente es absolutamente marinero. Gente de todos los países, edades, compartiendo la misma locura: el mar.
Las islas tienen una pinta estupenda, son volcánicas pero verdes, muy verdes. A ver si nos da tiempo a explorar...Y lo que os puedo asegurar desde ya es que se come de cine (ay, la Vieja Europa....).
Toca descansar, pertrechar, y comer bacalhau.
Kako se vuelve a Vigo el martes16.
Y el martes también arriba el Atlantide, con los que compartimos cena y gratísima conversación.
Aquí nos quedamos Julio, Ron y yo. Cada vez más cerquita de casa.
Desde Horta, Azores, besos, abrazos, amor.