El jueves 22 de septiembre levantamos fondeo y nos dirigimos a Turtle Cay Marina, debemos reponer agua ya que la potabilizadora ha vuelto a fallar. Contactamos vía e-mail con el único servicio de Dessalator en Centroamérica, que, coincidencias de la vida, está en Puerto Lindo, al lado de Isla Grande y Linton Bay. Creemos que con cambiar el cabezal de entrada a las membranas quedará lista.
El sábado nos avisan de que la pieza ya ha llegado, así que salimos hacia la bahía de Puerto Lindo. Una vez puesto el cabezal, hay una nueva fuga. Se trata de la bomba. Una nueva cuesta la friolera de 1.500 USD, más montaje y portes desde Francia. Y como ya estamos más que hartos de repararla por un lado y se estropee por otro, tomamos la decisión de prescindir de ella. Al fin y al cabo, cargamos 1.000 litros de agua, que nos duran 10 días aproximadamente. Y con ir cada 10 días a una marina a reponer, solucionamos. Con ese dinero se pagan varias estancias....
Tomada la decisión, nos vamos a cenar a Isla Grande, con nuestro amigo Michel del catamarán Marco Polo, al hotel restaurante Marino de nuestro paisano Alberto. Nos acompañan también Pupi y Janeth. Nos preparan un delicioso pargo rojo al vapor. Nos chupamos los dedos!
El lunes 26 de septiembre es el día fijado para ir a Bocas del Toro, en Panamá. Al levantar el fondeo, el ancla está sujeta por una gran cadena. Aún con la ayuda de otro capitán finlandés, tardamos casi una hora en liberarla y poder salir. Toca más de un día de navegación, en el que motoveleamos dado que el viento es escaso. Y de paso Julio pesca un hermoso atún de tres kilos.
Sobre las 13:00 horas del martes, estamos fondeando en la laguna de Bluefield, llamada así porque fue la guarida del pirata holandés homónimo. Un fondeo muy bonito y tranquilo. Los indios navegan en unas estilizadas canoas, fabricadas de una sola pieza mediante vaciado, y son muy amables.
El jueves vamos a los Cayos Zapatilla, que forman parte del Parque Nacional Bastimentos. Dos preciosos cayos con abundante vegetación y bonitas playas, casi deshabitados excepto por una familia de indios y los vigilantes del parque.
El viernes levantamos fondeo rumbo a Bocas Town. Como siempre, ojo avizor en proa. Aún así, debido a una isla que se hundió por un terremoto hace unos pocos años, casi casi tocamos con la orza. Atrás toda, y sin mas incidentes fondeamos frente a Bocas.
Bocas es un pintoresco pueblo, con casas de madera de vivos colores, y las que dan al mar están sobre pilotes en él. Está enfocada a la vida nocturna, tiene variedad de restaurantes, todos ellos con dinghy-dock, para acceder desde el mar también, aunque ahora está a media bandera por ser temporada baja. Casi todos los negocios pertenecen a chinos. Vamos a un rudimentario (pero suficiente) supermercado y reponemos algunas cosas.
El sábado cenamos y al ir hacia el auxiliar, en el pantalán falta una tabla y ¡zas! Meto la pierna enterita por el hueco. La verdad es que pensé que me rompía más de un hueso. Por suerte estaba allí cenando un médico uruguayo que me reconoció in situ y me confirmó que me dolería bastante un par de días, pero sin mayor daño. Finalmente, fue un buen golpe, que acabó con unos enormes moratones, y un buen susto.
El domingo quedamos con Iñigo y Mara, del Longimanus. Los conocimos en Brindisi, Italia, y los volvimos a ver en la ciénaga de Cholón, en Colombia. Ellos están en una marina, Red Frog, en la Isla Bastimentos, así que movemos fondeo para acercarnos. Nos acercamos a la marina en el dinghy y pasamos una estupenda tarde-noche, en una de las playas de la marina. Nos despedimos y, de vuelta con el dinghy, con un cielo repleto de estrellas pero sin luna, el motor se para. Intentamos arrancarlo sin éxito, así que empezamos a remar. Tras un buen rato bogando, Julio vuelve a interntarlo y esta vez sí. Como siempre digo, los motores de dos tiempos: esa mezcla de mecánica y chamanismo....
Al día siguiente, volvemos al fondeo frente a Bocas Town, como necesitaremos agua para la próxima travesía, vamos a Marina Bocas y pasamos allí dos días. El martes hacemos una última cena de despedida con la tripu del Longimanus en Bocas, quedamos en volver a vernos en Cuba.
Nuestro próximo destino es Roatán, en Honduras. La travesía es un auténtico desafío por varios motivos.
El principal, que estamos en el apogeo de la temporada de huracanes. Ésta se extiende del uno de junio al treinta de noviembre, si bien pueden formarse fuera de la misma. Hasta ahora hemos estado bien por debajo del llamado Hurricane Belt. Pero la ruta hacia el norte supone salir de esta zona fuera de peligro. Y, si bien los huracanes se forman en la zona de convergencia intertropical, frente a las costas de África; hacia finales de temporada, es decir, meses de octubre y noviembre, su centro de formación puede trasladarse al oeste del Mar Caribe. El ejemplo más claro (y devastador) fue el huracán Mitch, en 1998. Si bien desde el barco podemos tener previsión meteorológica para varios días, ésta se ciñe a un área relativamente pequeña, con lo que prever los huracanes así es complicado. Hoy en día hay muchas herramientas para su seguimiento, la más fiable es la página del National Hurricane Center (USA). Pero para ello hay que tener conexión a Internet, de la que no disponemos.
Así que recurrimos a Jose, hermano de Julio, y al capitán de la Armada Colombiana Armando Ramírez. El plan es el siguiente: cada día, a una hora fija UTC ( hora de tiempo universal), les pasaremos vía e-mail posición, rumbo y velocidad. De esta manera, si se formase un huracán, podrían advertirnos con tiempo y podríamos tomar las decisiones apropiadas. Desde luego, no es agradable toparte con vientos de, por ejemplo, en el caso de Matthew, que estaba sobre Cuba cuando zarpamos, 155 mph.
Por otro lado, en la costa nicaragüense se han registrado en los últimos años abordajes a veleros con fatales consecuencias. El Capitán Ramírez nos aconseja navegar siempre al Este del meridiano 82º, donde además se encuentran los archipiélagos de San Andrés y Providencia, que pertenecen a Colombia y donde hay patrulleras colombianas que podrían asistirnos si fuera necesario.
Por último, en las proximidades del Cabo Gracias a Dios, que marca la frontera entre Nicaragua y Honduras, hay infinidad de bajos (como los bajos Quita Sueño) que llegan a situarse hasta a 60 millas de la costa. Por lo que hay que andar con mucho ojo, porque además la zona no tiene una cartografía fiable al cien por cien.
Así que, con la confianza de tener al capitán Montenegro en España y al capitán Ramírez en Colombia ojo avizor, salimos el miércoles por la tarde de Panamá hacia Roatán.
Aunque a priori esta travesía constituía todo un reto, lo cierto es que fue tranquila de más, no tuvimos apenas viento, y la mayoría del tiempo fuimos a motor y/o motoveleando, excepto un día que conseguimos ir a vela más de veinticuatro horas. La mar estaba como una balsa de aceite, apenas olas. Durante un par de días nos acompañaron un par de pajaritos despistados, que entraban en el barco como Pedro por su casa.
Nos llama mucho la atención el hecho de que, en cuanto empezamos a navegar por aguas nicaragüenses y hondureñas, el mar está lleno de plásticos. Sí, amigos: es una triste realidad. Llevamos comprobándolo desde que salimos de Vigo, la cantidad de basura que se tira al mar. Incluso en el medio del océano, te encuentras con ello. Pero nunca tantos plásticos como por estas aguas.
El lunes diez de octubre por la mañana avistamos Roatán. La entrada es complicada, no hay balizas ni nada parecido y la cartografía no es en absoluto fiable. Así que, como de costumbre, muy atentos a la proa. Aún así tocamos, como vamos muy pendientes y a la velocidad justa para gobernar el barco, resultó sin mayor avería. De la marina de Fantasy Island, en Roatán, salen Debbie y Stephen para guiarnos con su embarcación auxiliar.
Atracamos en 2,8 metros de agua (calamos 2,10). La marina pertenece a un resort que ocupa toda una isla. Hay colibríes, monos, pavos reales, iguanas e incluso vimos un lagarto de esos que corren sobre sus dos patas traseras. También unos roedores de gran tamaño a los que aquí llaman guatusas.
Los monos de la marina tienen por costumbre subir a bordo y robar comida u objetos brillantes. Uno pequeño lo intenta y Ron se lo impide, viene la madre a defender a su monito (aquí a los monos bebé les llaman chunguitos) y Ron los echa a los dos. A sus catorce años, hay que ver!!
El miércoles y jueves alquilamos un coche y recorremos toda la isla, la verdad es que nos gusta mucho.
Roatán pertenece a las Islas Bahía, Honduras. Son tres islas, de E a W, Guanaja, Roatán y Utila.
Honduras fue descubierta por Colón en 1502. Llamó así a estos territorios porque pensó que los fuertes mares con los que se topó se debían a sus aguas profundas. Lo cierto es que, de hecho, estos mares son debidos al escaso calado. Estás islas estaban pobladas por mayas, que fueron obligados a trabajar en el continente como esclavos, por lo que en apenas cincuenta años estaban casi despobladas.
De forma que allá por el siglo XVII, piratas ingleses, franceses y holandeses tomaron el control de las islas Bahía, fundando ciudades como Coxen Hole o French Harbour. Estos piratas utilizaban la isla como base de operaciones para sus “raids” contra la flota española.
En 1797, después de una gran revuelta de esclavos en Saint Vincent, los ingleses deportaron aquí a centenares de afro-antillanos, los garífunas, que siguen con su folclore y costumbres, en el asentamiento de Punta Gorda, al NE de Roatán. En 1859, las Islas Bahía pasaban a formar parte de Honduras. Los descendientes angloparlantes de aquellos piratas y esclavos siguen habitando la isla. De forma que, aunque el idioma de Honduras es el castellano, aquí se habla mayoritariamente inglés. Máxime cuando el principal país “proveedor” de turistas es USA.
Hoy en día, Roatán es un destino turístico muy importante, aquí paran numerosos cruceros y es uno de los destinos top para el buceo, toda vez que la isla está prácticamente bordeada de arrecifes. Las aguas son de un maravilloso color turquesa que no veíamos desde Tobago Cays.
Julia hace una amiga en la Marina, Allison, su padre es irlandés y su madre hondureña, y viven aquí en un barco cerca del nuestro. El domingo, nos llevan a Punta Gorda, lugar donde principalmente están asentados los garífunas. Cada semana, éste es el día de fiesta, se reúnen y tocan y bailan. La música, los ritmos, las melodías y el baile son África en estado puro, transmitidos de generación en generación desde los tiempos de la esclavitud hasta hoy. Los músicos se disponen en semicírculo, y en el centro van saliendo a bailar, ya sea individualmente o en parejas, el baile punta. Pasamos una tarde estupenda y yo inclusó me atreví a salir al centro a bailar, animada por los garífunas.
Hoy nos toca hacer papeleos de salida, zarpe y demás.
Mañana, nuevo destino...pero eso será en el próximo episodio.
Desde Roatán, besos, abrazos, amor.
El sábado nos avisan de que la pieza ya ha llegado, así que salimos hacia la bahía de Puerto Lindo. Una vez puesto el cabezal, hay una nueva fuga. Se trata de la bomba. Una nueva cuesta la friolera de 1.500 USD, más montaje y portes desde Francia. Y como ya estamos más que hartos de repararla por un lado y se estropee por otro, tomamos la decisión de prescindir de ella. Al fin y al cabo, cargamos 1.000 litros de agua, que nos duran 10 días aproximadamente. Y con ir cada 10 días a una marina a reponer, solucionamos. Con ese dinero se pagan varias estancias....
Tomada la decisión, nos vamos a cenar a Isla Grande, con nuestro amigo Michel del catamarán Marco Polo, al hotel restaurante Marino de nuestro paisano Alberto. Nos acompañan también Pupi y Janeth. Nos preparan un delicioso pargo rojo al vapor. Nos chupamos los dedos!
El lunes 26 de septiembre es el día fijado para ir a Bocas del Toro, en Panamá. Al levantar el fondeo, el ancla está sujeta por una gran cadena. Aún con la ayuda de otro capitán finlandés, tardamos casi una hora en liberarla y poder salir. Toca más de un día de navegación, en el que motoveleamos dado que el viento es escaso. Y de paso Julio pesca un hermoso atún de tres kilos.
Sobre las 13:00 horas del martes, estamos fondeando en la laguna de Bluefield, llamada así porque fue la guarida del pirata holandés homónimo. Un fondeo muy bonito y tranquilo. Los indios navegan en unas estilizadas canoas, fabricadas de una sola pieza mediante vaciado, y son muy amables.
El jueves vamos a los Cayos Zapatilla, que forman parte del Parque Nacional Bastimentos. Dos preciosos cayos con abundante vegetación y bonitas playas, casi deshabitados excepto por una familia de indios y los vigilantes del parque.
El viernes levantamos fondeo rumbo a Bocas Town. Como siempre, ojo avizor en proa. Aún así, debido a una isla que se hundió por un terremoto hace unos pocos años, casi casi tocamos con la orza. Atrás toda, y sin mas incidentes fondeamos frente a Bocas.
Bocas es un pintoresco pueblo, con casas de madera de vivos colores, y las que dan al mar están sobre pilotes en él. Está enfocada a la vida nocturna, tiene variedad de restaurantes, todos ellos con dinghy-dock, para acceder desde el mar también, aunque ahora está a media bandera por ser temporada baja. Casi todos los negocios pertenecen a chinos. Vamos a un rudimentario (pero suficiente) supermercado y reponemos algunas cosas.
El sábado cenamos y al ir hacia el auxiliar, en el pantalán falta una tabla y ¡zas! Meto la pierna enterita por el hueco. La verdad es que pensé que me rompía más de un hueso. Por suerte estaba allí cenando un médico uruguayo que me reconoció in situ y me confirmó que me dolería bastante un par de días, pero sin mayor daño. Finalmente, fue un buen golpe, que acabó con unos enormes moratones, y un buen susto.
El domingo quedamos con Iñigo y Mara, del Longimanus. Los conocimos en Brindisi, Italia, y los volvimos a ver en la ciénaga de Cholón, en Colombia. Ellos están en una marina, Red Frog, en la Isla Bastimentos, así que movemos fondeo para acercarnos. Nos acercamos a la marina en el dinghy y pasamos una estupenda tarde-noche, en una de las playas de la marina. Nos despedimos y, de vuelta con el dinghy, con un cielo repleto de estrellas pero sin luna, el motor se para. Intentamos arrancarlo sin éxito, así que empezamos a remar. Tras un buen rato bogando, Julio vuelve a interntarlo y esta vez sí. Como siempre digo, los motores de dos tiempos: esa mezcla de mecánica y chamanismo....
Al día siguiente, volvemos al fondeo frente a Bocas Town, como necesitaremos agua para la próxima travesía, vamos a Marina Bocas y pasamos allí dos días. El martes hacemos una última cena de despedida con la tripu del Longimanus en Bocas, quedamos en volver a vernos en Cuba.
Nuestro próximo destino es Roatán, en Honduras. La travesía es un auténtico desafío por varios motivos.
El principal, que estamos en el apogeo de la temporada de huracanes. Ésta se extiende del uno de junio al treinta de noviembre, si bien pueden formarse fuera de la misma. Hasta ahora hemos estado bien por debajo del llamado Hurricane Belt. Pero la ruta hacia el norte supone salir de esta zona fuera de peligro. Y, si bien los huracanes se forman en la zona de convergencia intertropical, frente a las costas de África; hacia finales de temporada, es decir, meses de octubre y noviembre, su centro de formación puede trasladarse al oeste del Mar Caribe. El ejemplo más claro (y devastador) fue el huracán Mitch, en 1998. Si bien desde el barco podemos tener previsión meteorológica para varios días, ésta se ciñe a un área relativamente pequeña, con lo que prever los huracanes así es complicado. Hoy en día hay muchas herramientas para su seguimiento, la más fiable es la página del National Hurricane Center (USA). Pero para ello hay que tener conexión a Internet, de la que no disponemos.
Así que recurrimos a Jose, hermano de Julio, y al capitán de la Armada Colombiana Armando Ramírez. El plan es el siguiente: cada día, a una hora fija UTC ( hora de tiempo universal), les pasaremos vía e-mail posición, rumbo y velocidad. De esta manera, si se formase un huracán, podrían advertirnos con tiempo y podríamos tomar las decisiones apropiadas. Desde luego, no es agradable toparte con vientos de, por ejemplo, en el caso de Matthew, que estaba sobre Cuba cuando zarpamos, 155 mph.
Por otro lado, en la costa nicaragüense se han registrado en los últimos años abordajes a veleros con fatales consecuencias. El Capitán Ramírez nos aconseja navegar siempre al Este del meridiano 82º, donde además se encuentran los archipiélagos de San Andrés y Providencia, que pertenecen a Colombia y donde hay patrulleras colombianas que podrían asistirnos si fuera necesario.
Por último, en las proximidades del Cabo Gracias a Dios, que marca la frontera entre Nicaragua y Honduras, hay infinidad de bajos (como los bajos Quita Sueño) que llegan a situarse hasta a 60 millas de la costa. Por lo que hay que andar con mucho ojo, porque además la zona no tiene una cartografía fiable al cien por cien.
Así que, con la confianza de tener al capitán Montenegro en España y al capitán Ramírez en Colombia ojo avizor, salimos el miércoles por la tarde de Panamá hacia Roatán.
Aunque a priori esta travesía constituía todo un reto, lo cierto es que fue tranquila de más, no tuvimos apenas viento, y la mayoría del tiempo fuimos a motor y/o motoveleando, excepto un día que conseguimos ir a vela más de veinticuatro horas. La mar estaba como una balsa de aceite, apenas olas. Durante un par de días nos acompañaron un par de pajaritos despistados, que entraban en el barco como Pedro por su casa.
Nos llama mucho la atención el hecho de que, en cuanto empezamos a navegar por aguas nicaragüenses y hondureñas, el mar está lleno de plásticos. Sí, amigos: es una triste realidad. Llevamos comprobándolo desde que salimos de Vigo, la cantidad de basura que se tira al mar. Incluso en el medio del océano, te encuentras con ello. Pero nunca tantos plásticos como por estas aguas.
El lunes diez de octubre por la mañana avistamos Roatán. La entrada es complicada, no hay balizas ni nada parecido y la cartografía no es en absoluto fiable. Así que, como de costumbre, muy atentos a la proa. Aún así tocamos, como vamos muy pendientes y a la velocidad justa para gobernar el barco, resultó sin mayor avería. De la marina de Fantasy Island, en Roatán, salen Debbie y Stephen para guiarnos con su embarcación auxiliar.
Atracamos en 2,8 metros de agua (calamos 2,10). La marina pertenece a un resort que ocupa toda una isla. Hay colibríes, monos, pavos reales, iguanas e incluso vimos un lagarto de esos que corren sobre sus dos patas traseras. También unos roedores de gran tamaño a los que aquí llaman guatusas.
Los monos de la marina tienen por costumbre subir a bordo y robar comida u objetos brillantes. Uno pequeño lo intenta y Ron se lo impide, viene la madre a defender a su monito (aquí a los monos bebé les llaman chunguitos) y Ron los echa a los dos. A sus catorce años, hay que ver!!
El miércoles y jueves alquilamos un coche y recorremos toda la isla, la verdad es que nos gusta mucho.
Roatán pertenece a las Islas Bahía, Honduras. Son tres islas, de E a W, Guanaja, Roatán y Utila.
Honduras fue descubierta por Colón en 1502. Llamó así a estos territorios porque pensó que los fuertes mares con los que se topó se debían a sus aguas profundas. Lo cierto es que, de hecho, estos mares son debidos al escaso calado. Estás islas estaban pobladas por mayas, que fueron obligados a trabajar en el continente como esclavos, por lo que en apenas cincuenta años estaban casi despobladas.
De forma que allá por el siglo XVII, piratas ingleses, franceses y holandeses tomaron el control de las islas Bahía, fundando ciudades como Coxen Hole o French Harbour. Estos piratas utilizaban la isla como base de operaciones para sus “raids” contra la flota española.
En 1797, después de una gran revuelta de esclavos en Saint Vincent, los ingleses deportaron aquí a centenares de afro-antillanos, los garífunas, que siguen con su folclore y costumbres, en el asentamiento de Punta Gorda, al NE de Roatán. En 1859, las Islas Bahía pasaban a formar parte de Honduras. Los descendientes angloparlantes de aquellos piratas y esclavos siguen habitando la isla. De forma que, aunque el idioma de Honduras es el castellano, aquí se habla mayoritariamente inglés. Máxime cuando el principal país “proveedor” de turistas es USA.
Hoy en día, Roatán es un destino turístico muy importante, aquí paran numerosos cruceros y es uno de los destinos top para el buceo, toda vez que la isla está prácticamente bordeada de arrecifes. Las aguas son de un maravilloso color turquesa que no veíamos desde Tobago Cays.
Julia hace una amiga en la Marina, Allison, su padre es irlandés y su madre hondureña, y viven aquí en un barco cerca del nuestro. El domingo, nos llevan a Punta Gorda, lugar donde principalmente están asentados los garífunas. Cada semana, éste es el día de fiesta, se reúnen y tocan y bailan. La música, los ritmos, las melodías y el baile son África en estado puro, transmitidos de generación en generación desde los tiempos de la esclavitud hasta hoy. Los músicos se disponen en semicírculo, y en el centro van saliendo a bailar, ya sea individualmente o en parejas, el baile punta. Pasamos una tarde estupenda y yo inclusó me atreví a salir al centro a bailar, animada por los garífunas.
Hoy nos toca hacer papeleos de salida, zarpe y demás.
Mañana, nuevo destino...pero eso será en el próximo episodio.
Desde Roatán, besos, abrazos, amor.