El sábado 16 de enero, según lo previsto, es el día de zarpar rumbo a Fortaleza. La víspera, los amables gestores de Marina Jacaré nos habían ofrecido traernos gasóleo a bordo. En estos países, el gasóleo suele contener muchos posos, que, a la larga, terminan atascando los inyectores del motor, o los filtros. El gasóleo que nos proporcionan es con garantías.
Debo decir que esta marina es altamente recomendable, tanto para parar como para pensar en dejar el barco una temporada larga. La gestión, la atención, la profesionalidad, la convierten en una “rara avis” dentro de lo que conocemos de la infraestructura brasileña para la náutica de recreo. Suponemos que irá cambiando con el tiempo, pero, salvo raras excepciones como Marina Jacaré, Brasil es un país que cuida muy poco a los “velejadores”, como aquí nos llaman. Como ventaja, apenas hay barcos. El Caribe, Mediterráneo o, sin ir más lejos, nuestras rías (morriña!) están bastante saturados. La orografía brasileña tampoco es lo que se dice propicia, no hay abrigo en la costa, siendo obligatorio entrar en puerto. Hay muy pocos y a distancias considerables.
Tras rellenar combustible, nos despedimos y salimos a las 10,30, aprovechando la pleamar.
La travesía a Fortaleza es de tres días, sin sorpresas con respecto a la meteo. Poco viento y mucho calor, especialmente en las horas centrales del día, en las que ponemos el aire acondicionado para comer. También durante la cena, para refrescar el interior del barco y dormir algo más fresquitos. Lo cierto es que es una gozada disponer de esta comodidad. Tened en cuenta que estamos en pleno Ecuador, la zona más tórrida de la tierra. Más que el asfalto de Georgia, que decía Lula-Laura Dern en Corazón Salvaje de David Lynch (guiño a Ana Tenteixon).
Dado que a partir de aquí no tenemos prisa alguna (otro lujo poder decir esto), tratamos de aprovechar el viento al máximo. Como disponemos de todo el tiempo del mundo, probamos todo tipo de aparejo, intentando aprovechar a tope lo que Eolo nos ofrece.
El lunes al atardecer aumenta el viento, y, por la noche, hace acto de presencia una señoratormentaecuatorial con un frente de más de diez millas, del que es imposible escapar. Sopla y llueve mucho, retiramos 2/3 de génova y mayor, y la mitad de la mesana. A pesar de ello, vamos entre 7 y 8,5 nudos. Retiramos todo el génova, para largarlo por la otra banda, ya que el viento rola cuarenta grados, y toda la mesana: a palo seco vamos a 3,5 nudos...Una noche en una Thermomix, para que nos entendamos. Y pasada por agua. MUCHA agua.
Así que llegamos a Fortaleza el martes, según lo previsto, y nos dirigimos a Marina Park, un complejo cinco estrellas con marina incluída, en el que ya estuvimos hace once años.
Y, desde entonces, ni un triste mimo le han hecho a las instalaciones náuticas. El hotel está muy bien (o eso aparenta), tiene una piscina enorme, para delicia de Julia, que durante nuestra estancia desarrollará branquias de tanto disfrutarla, un hermoso palmeral con hamacas etc., pero la marina es un desastre. Los pantalanes son de hierro y están destartalados, atados con cabos y cadenas medio rotas. Los sonidos por la noche sugieren un calabozo de la Santa Inquisición. O un Sarajevo de posguerra.
Para atracar hay que usar la propia ancla como muerto y cabos por popa. Varios. Cinco, de hecho.
Dedicamos el día a descansar, la noche tormentosa nos dejó para el arrastre, y la maniobra de atraque tampoco creáis que fue muy relajante...
Por la noche, Julia, Julio y yo salimos a dar un paseo por la playa de Iracema, la zona más animada. Es la playa urbana de Fortaleza. Las playas en Brasil concentran toda la vida de la ciudad, especialmente a la caída del sol, ya que la zona centro, al cierre de oficinas, comercios,etc se vuelve peligrosa. Gente paseando, haciendo deporte, cenando, tomando algo...
El día siguiente lo pasamos haciendo tumboning en la piscina. El jueves llueve todo el día, y el viernes nos vamos al Beach Park, el parque acuático más grande de Sudamérica. Hay muchos toboganes, de todas las formas y recorridos imaginables, y cuatro calificados como “extremos”, con alturas superiores a los treinta metros. Probamos todos, menos el Insano (40 metros), no dio tiempo para más. Y Julia no me dejó subir.Hay uno nuevo, el Vaikuntudo, en el que desciendes vertiginosamente en una boya-flotador de cuatro plazas, para caer -literalmente- en un embudo gigantesco, describiendo una vertiginosa espiral. Una pasada!!! Ni que decir tiene que acabamos agotados y dormimos como bebés.
Sábado de relax, hasta que, por la noche, a eso de las cinco de la madrugada, Julio se despierta con unos ruidos extraños. Se habían roto los gruesos cabos, tipo estacha, que sujetaban los pontones metálicos que conforman el pantalán, se movía toda la marina de forma excesiva. Ante la ausencia de personal, dado que es domingo y aquí en “feirados” nao trabalha ninguém, procede a sujetar los pantalanes con el grueso cabo de nylon que, afortunadamente, había ante la puerta de la oficina de marinería. Se pasa un par de horas trabajando, hasta que al final queda bien sujeto el pantalán metálico. Daños: el Alba Plena sufre un fuerte golpe que secciona el cable de alimentación, corte en la defensa de popa y daño en el gel coat del extremo de babor de la popa. Estamos indignados por la ausencia de personal de la marina, pues existía cierto riesgo de irse al garete todos los barcos allí amarrados.
El lunes teníamos programada excursión a Cumbuco, un pueblo a unos 30 km de Fortaleza. Al llegar contratamos un par de quads, recorremos las inmensas playas, las dunas, y comemos en una barraca con los pies en el agua de una “lagoa” de agua dulce. Julia disfruta de lo lindo, manejando ella solita el quad por la playa.
El martes hacemos a primera hora el despacho del barco, así como los trámites en Aduanas y Policia Federal para salir del país. Comunico en Capitanía dos Portos el estado de la marina y los peligros que conlleva. Vamos al super, para aprovisionarnos sobre todo de producto fresco, que se agradece en travesías largas y calurosas como la que nos espera, atravesando de nuevo el Ecuador. Soltamos amarras con cierto alivio, las pobres ya no podían más... la operación se complica por las condiciones de la marina, el ancla sube llena de lodo y bolsas de plástico.
Una vez fuera, la previsión meteo se cumple, tenemos buen viento, de 25 a 35 nudos por la aleta, rolando al través por estribor. Vamos rápido, con puntas de 10 nudos, con rizos en las velas, tres en génova y mayor y dos en mesana.
El jueves amaina un poco y vamos más tranquilos, con buena velocidad. Comienzan las tormentas ecuatoriales, que nos dejan la cubierta limpia como una patena.
El viernes por fin nos encontramos con la Alfombra Mágica, apodo de la Corriente Ecuatorial Norte o de Las Guyanas. Es una gozada, con 12 nudos de viento nuestra velocidad es de ocho. Estamos haciendo una media de 155 millas por día, lo cual no está nada mal.
El sábado Julio pesca un dorado. Esta vez lo preparo como lo probamos en una barraca de playa en Brasil, Iscas de Peixe, adobadito y empanado, con tres salsas. Lo cierto es que en travesía comemos fantástico, y muy variado, hay tiempo para cocinar y, aunque el movimiento lo complica, a todo se acostumbra una. También consumimos mucha fruta y vegetales frescos. Con el calor apetecen mucho.
El domingo amanece totalmente nublado, al poco comienza a lloviznar. Así será intermitentemente todo el día. Por la noche, para de llover y arrecia el viento. Mi guardia es la segunda, de una a cuatro de la madrugada. Aumenta la velocidad del viento, con rachas de hasta cuarenta nudos. Reduzco al mínimo el trapo y, aún así, casi durante toda la guardia, el barco supera los diez nudos, llegando por momentos a doce. La sensación de velocidad en el barco es increíble. Pensad que doce nudos son aproximadamente 24 km/hora. En tierra no es nada, pero en el mar......os aseguro que es MUCHO.
Por la mañana, el lunes, según lo previsto, alcanzamos la Guayana Francesa, hemos de parar aquí para hacer algún que otro trámite, ya que hasta Barbados, nuestro primer destino en el Caribe, son cuatro días más.
Nos adentramos por un estrecho canal, con escaso calado (sólo un metro bajo la orza por momentos), y luego remontamos un río tierra adentro, hasta la marina, que está bastante lejos de la capital. Como no hay pantalán , fondeamos y bajamos a tierra, prioridad comer y encontrar una wifi. Preguntamos por un taxi y una amable brasileña nos lleva en su coche a Cayenne. La verdad es que no es un sitio como para volverse loca. Lo de conseguir una wifi decente nos cuesta lo nuestro. Así como conseguir una tarjeta prepago para el módem de a bordo. Lo cierto es que se echa de menos el teléfono satélite, con él estábamos conectados y podíamos enviar y recibir mails. Esperamos solventarlo en Martinica, donde hay una base Amel y muchos servicios para los barcos de recreo.
Os escribo mientras Julio está adobando unas chuletillas de lechazo de Tierra de Campos (bendito congelador). El plan es barbacoa a bordo y dormir con el suave balanceo del río. Asi que hoy, sin escora, orzada, guiñada y enorme ola que valga, descorcharemos una buena botella de Ribera del Duero y brindaremos por lo a pedir de boca que está saliendo todo. Con contratiempos, con momentos duros, pero en eso consiste la aventura. Y en la aventura, como dice mi querido Santi Mouriño, está la libertad.
Desde Dégard des Cannes, Guayana Francesa, besos, abrazos, amor.
Debo decir que esta marina es altamente recomendable, tanto para parar como para pensar en dejar el barco una temporada larga. La gestión, la atención, la profesionalidad, la convierten en una “rara avis” dentro de lo que conocemos de la infraestructura brasileña para la náutica de recreo. Suponemos que irá cambiando con el tiempo, pero, salvo raras excepciones como Marina Jacaré, Brasil es un país que cuida muy poco a los “velejadores”, como aquí nos llaman. Como ventaja, apenas hay barcos. El Caribe, Mediterráneo o, sin ir más lejos, nuestras rías (morriña!) están bastante saturados. La orografía brasileña tampoco es lo que se dice propicia, no hay abrigo en la costa, siendo obligatorio entrar en puerto. Hay muy pocos y a distancias considerables.
Tras rellenar combustible, nos despedimos y salimos a las 10,30, aprovechando la pleamar.
La travesía a Fortaleza es de tres días, sin sorpresas con respecto a la meteo. Poco viento y mucho calor, especialmente en las horas centrales del día, en las que ponemos el aire acondicionado para comer. También durante la cena, para refrescar el interior del barco y dormir algo más fresquitos. Lo cierto es que es una gozada disponer de esta comodidad. Tened en cuenta que estamos en pleno Ecuador, la zona más tórrida de la tierra. Más que el asfalto de Georgia, que decía Lula-Laura Dern en Corazón Salvaje de David Lynch (guiño a Ana Tenteixon).
Dado que a partir de aquí no tenemos prisa alguna (otro lujo poder decir esto), tratamos de aprovechar el viento al máximo. Como disponemos de todo el tiempo del mundo, probamos todo tipo de aparejo, intentando aprovechar a tope lo que Eolo nos ofrece.
El lunes al atardecer aumenta el viento, y, por la noche, hace acto de presencia una señoratormentaecuatorial con un frente de más de diez millas, del que es imposible escapar. Sopla y llueve mucho, retiramos 2/3 de génova y mayor, y la mitad de la mesana. A pesar de ello, vamos entre 7 y 8,5 nudos. Retiramos todo el génova, para largarlo por la otra banda, ya que el viento rola cuarenta grados, y toda la mesana: a palo seco vamos a 3,5 nudos...Una noche en una Thermomix, para que nos entendamos. Y pasada por agua. MUCHA agua.
Así que llegamos a Fortaleza el martes, según lo previsto, y nos dirigimos a Marina Park, un complejo cinco estrellas con marina incluída, en el que ya estuvimos hace once años.
Y, desde entonces, ni un triste mimo le han hecho a las instalaciones náuticas. El hotel está muy bien (o eso aparenta), tiene una piscina enorme, para delicia de Julia, que durante nuestra estancia desarrollará branquias de tanto disfrutarla, un hermoso palmeral con hamacas etc., pero la marina es un desastre. Los pantalanes son de hierro y están destartalados, atados con cabos y cadenas medio rotas. Los sonidos por la noche sugieren un calabozo de la Santa Inquisición. O un Sarajevo de posguerra.
Para atracar hay que usar la propia ancla como muerto y cabos por popa. Varios. Cinco, de hecho.
Dedicamos el día a descansar, la noche tormentosa nos dejó para el arrastre, y la maniobra de atraque tampoco creáis que fue muy relajante...
Por la noche, Julia, Julio y yo salimos a dar un paseo por la playa de Iracema, la zona más animada. Es la playa urbana de Fortaleza. Las playas en Brasil concentran toda la vida de la ciudad, especialmente a la caída del sol, ya que la zona centro, al cierre de oficinas, comercios,etc se vuelve peligrosa. Gente paseando, haciendo deporte, cenando, tomando algo...
El día siguiente lo pasamos haciendo tumboning en la piscina. El jueves llueve todo el día, y el viernes nos vamos al Beach Park, el parque acuático más grande de Sudamérica. Hay muchos toboganes, de todas las formas y recorridos imaginables, y cuatro calificados como “extremos”, con alturas superiores a los treinta metros. Probamos todos, menos el Insano (40 metros), no dio tiempo para más. Y Julia no me dejó subir.Hay uno nuevo, el Vaikuntudo, en el que desciendes vertiginosamente en una boya-flotador de cuatro plazas, para caer -literalmente- en un embudo gigantesco, describiendo una vertiginosa espiral. Una pasada!!! Ni que decir tiene que acabamos agotados y dormimos como bebés.
Sábado de relax, hasta que, por la noche, a eso de las cinco de la madrugada, Julio se despierta con unos ruidos extraños. Se habían roto los gruesos cabos, tipo estacha, que sujetaban los pontones metálicos que conforman el pantalán, se movía toda la marina de forma excesiva. Ante la ausencia de personal, dado que es domingo y aquí en “feirados” nao trabalha ninguém, procede a sujetar los pantalanes con el grueso cabo de nylon que, afortunadamente, había ante la puerta de la oficina de marinería. Se pasa un par de horas trabajando, hasta que al final queda bien sujeto el pantalán metálico. Daños: el Alba Plena sufre un fuerte golpe que secciona el cable de alimentación, corte en la defensa de popa y daño en el gel coat del extremo de babor de la popa. Estamos indignados por la ausencia de personal de la marina, pues existía cierto riesgo de irse al garete todos los barcos allí amarrados.
El lunes teníamos programada excursión a Cumbuco, un pueblo a unos 30 km de Fortaleza. Al llegar contratamos un par de quads, recorremos las inmensas playas, las dunas, y comemos en una barraca con los pies en el agua de una “lagoa” de agua dulce. Julia disfruta de lo lindo, manejando ella solita el quad por la playa.
El martes hacemos a primera hora el despacho del barco, así como los trámites en Aduanas y Policia Federal para salir del país. Comunico en Capitanía dos Portos el estado de la marina y los peligros que conlleva. Vamos al super, para aprovisionarnos sobre todo de producto fresco, que se agradece en travesías largas y calurosas como la que nos espera, atravesando de nuevo el Ecuador. Soltamos amarras con cierto alivio, las pobres ya no podían más... la operación se complica por las condiciones de la marina, el ancla sube llena de lodo y bolsas de plástico.
Una vez fuera, la previsión meteo se cumple, tenemos buen viento, de 25 a 35 nudos por la aleta, rolando al través por estribor. Vamos rápido, con puntas de 10 nudos, con rizos en las velas, tres en génova y mayor y dos en mesana.
El jueves amaina un poco y vamos más tranquilos, con buena velocidad. Comienzan las tormentas ecuatoriales, que nos dejan la cubierta limpia como una patena.
El viernes por fin nos encontramos con la Alfombra Mágica, apodo de la Corriente Ecuatorial Norte o de Las Guyanas. Es una gozada, con 12 nudos de viento nuestra velocidad es de ocho. Estamos haciendo una media de 155 millas por día, lo cual no está nada mal.
El sábado Julio pesca un dorado. Esta vez lo preparo como lo probamos en una barraca de playa en Brasil, Iscas de Peixe, adobadito y empanado, con tres salsas. Lo cierto es que en travesía comemos fantástico, y muy variado, hay tiempo para cocinar y, aunque el movimiento lo complica, a todo se acostumbra una. También consumimos mucha fruta y vegetales frescos. Con el calor apetecen mucho.
El domingo amanece totalmente nublado, al poco comienza a lloviznar. Así será intermitentemente todo el día. Por la noche, para de llover y arrecia el viento. Mi guardia es la segunda, de una a cuatro de la madrugada. Aumenta la velocidad del viento, con rachas de hasta cuarenta nudos. Reduzco al mínimo el trapo y, aún así, casi durante toda la guardia, el barco supera los diez nudos, llegando por momentos a doce. La sensación de velocidad en el barco es increíble. Pensad que doce nudos son aproximadamente 24 km/hora. En tierra no es nada, pero en el mar......os aseguro que es MUCHO.
Por la mañana, el lunes, según lo previsto, alcanzamos la Guayana Francesa, hemos de parar aquí para hacer algún que otro trámite, ya que hasta Barbados, nuestro primer destino en el Caribe, son cuatro días más.
Nos adentramos por un estrecho canal, con escaso calado (sólo un metro bajo la orza por momentos), y luego remontamos un río tierra adentro, hasta la marina, que está bastante lejos de la capital. Como no hay pantalán , fondeamos y bajamos a tierra, prioridad comer y encontrar una wifi. Preguntamos por un taxi y una amable brasileña nos lleva en su coche a Cayenne. La verdad es que no es un sitio como para volverse loca. Lo de conseguir una wifi decente nos cuesta lo nuestro. Así como conseguir una tarjeta prepago para el módem de a bordo. Lo cierto es que se echa de menos el teléfono satélite, con él estábamos conectados y podíamos enviar y recibir mails. Esperamos solventarlo en Martinica, donde hay una base Amel y muchos servicios para los barcos de recreo.
Os escribo mientras Julio está adobando unas chuletillas de lechazo de Tierra de Campos (bendito congelador). El plan es barbacoa a bordo y dormir con el suave balanceo del río. Asi que hoy, sin escora, orzada, guiñada y enorme ola que valga, descorcharemos una buena botella de Ribera del Duero y brindaremos por lo a pedir de boca que está saliendo todo. Con contratiempos, con momentos duros, pero en eso consiste la aventura. Y en la aventura, como dice mi querido Santi Mouriño, está la libertad.
Desde Dégard des Cannes, Guayana Francesa, besos, abrazos, amor.