El siguiente puerto, tras Marinella de Selinunte, fue Mazzara del Vallo, uno de los puertos pesqueros más importantes de Italia, todavía en el SO de la isla.
Sorprende que no haya un alma en la playa del centro de la ciudad, claro que, al aproximarnos, el olor pestilente y la suciedad nos dieron la clave. Aprovechamos para darle un repaso al motor del dinghi, bujías y limpieza del carburador (ay, los motores de dos tiempos, esa mezcla de mecánica y chamanismo....). Nos desplazamos un par de millas para darnos un baño en aguas limpias.
El martes 20 nos desplazamos a Trapani, para recoger a Carolina Veiga, nuestra primera e insigne invitada. Poco antes de la entrada en el puerto, contacta con nosotros por radio el Hobbit IV, precioso velero de 18 metros, cuyos armadores José Luis Bellido y María Eugenia se sumaron a nosotros y el Sonora Dos, para encontrar la mejor marina al mejor precio. Siendo tres barcos, el regateo es más fácil. Carol llegó perfectamente puntual, y con ella más alegría al barco.
Salimos a cenar las tres tripus, como siempre, hasta ahora, la hostelería aquí deja bastante que desear en cuanto al servicio, aunque la comida siempre esté buenísima, hay que disponer de paciencia.
El miércoles fuimos al mercado a aprovisionarnos de pescado: unos fresquísimos boquerones, unos filetes de sardina y una ventresca de atún que daba gloria solo verla.
Después, de nuevo las tres tripus, cogimos el funicular que nos llevaría a Érice, magnífico enclave medieval a casi 700 metros de altura. Fue construido por la corona de Aragón y lo cierto es que nos recordaba muchísimo a los pueblos del pirineo aragonés.
Al día siguiente dejábamos Trapani, no sin antes despedirnos hasta pronto del Hobbit IV, que nos regaló atún , de los cinco que llevan pescados hasta el momento. Si algo me gusta del mar es, conocer a más gente de mar, muy poca te decepciona y se crean unas amistades duraderas. Hay, por fuerza, mucho en común , y una serie de códigos compartidos.
De Trapani, a San Vito di Cappo, una preciosa cala con agua transparente a 27 grados. Allí nos dimos un festín con los boquerones en vinagre y los filetes de sardina con ajoperejil y rebozaditos, receta de mi abuela, luego de mi madre y ahora mía. Bendita herencia.
El jueves fondeamos en Scopello, una cala preciosa, entre unos farallones enormes que emergen de aguas cristalinas. Increíble, increíble.
El viernes celebramos el cumple de Pedro, el más joven tripulante del Sonora Dos, los más jovenes lo pasaron pipa lanzándose desde un cabo-liana fijado a un tangón. Los no tanto, también lo probamos, pero Julia no paraba de lanzarse una y otra vez. Julia y Hannah trabajaron durante días para preparar los regalos, una cervatana y una pulsera, que le gustaron mucho. Me arranqué a cantar y después continuamos la fiesta en el Hobbit IV y su grandiosa bañera.
A la vuelta otra sorpresa, el generador no daba corriente. El problema se debió a que se quemó el conmutador que discrimina la corriente del pantalán de la del propio generador. Sebastián, tripulante del Hobbit, pudo hacer una reparación de fortuna, hasta que podamos conseguir la pieza en Palermo.
El sábado , tocó Castellamare dil Golfo, de nuevo otro pueblo precioso y con ambientazo nocturno.
El domingo, Mondello, en plenas fiestas, pudimos presenciar una procesión auténticamente siciliana. Cuenta con una impresionante casa de baños del XIX, las calles abarrotadas. Cenamos con fuegos artificiales prácticamente sobre nuestras cabezas. Pura magia, excepto para Ron, nuestro peludo grumete.
Por fin, el lunes arribamos a Palermo, donde nos quedamos dos d'ias, una ciudad que nos ha encantado, llena de rincones maravillosos repletos de arte y de encanto. Visitamos la ciudad,
repusimos la pieza del generador y aprovisionamos el barco de comida. Es una ciudad hecha para caminarla, callejear y respirar su ambiente.
Ayer salimos de Palermo e hicimos una parada para descansar en Porticello. El agua demasiado caliente, 31 grados...puro caldo! Eso sí, de noche es una sensación única.
Ahora mismo acabamos de llegar a Cefalú....pero eso toca en el siguiente post.
Besos, abrazos, amor.
Fotos de Érice
Sorprende que no haya un alma en la playa del centro de la ciudad, claro que, al aproximarnos, el olor pestilente y la suciedad nos dieron la clave. Aprovechamos para darle un repaso al motor del dinghi, bujías y limpieza del carburador (ay, los motores de dos tiempos, esa mezcla de mecánica y chamanismo....). Nos desplazamos un par de millas para darnos un baño en aguas limpias.
El martes 20 nos desplazamos a Trapani, para recoger a Carolina Veiga, nuestra primera e insigne invitada. Poco antes de la entrada en el puerto, contacta con nosotros por radio el Hobbit IV, precioso velero de 18 metros, cuyos armadores José Luis Bellido y María Eugenia se sumaron a nosotros y el Sonora Dos, para encontrar la mejor marina al mejor precio. Siendo tres barcos, el regateo es más fácil. Carol llegó perfectamente puntual, y con ella más alegría al barco.
Salimos a cenar las tres tripus, como siempre, hasta ahora, la hostelería aquí deja bastante que desear en cuanto al servicio, aunque la comida siempre esté buenísima, hay que disponer de paciencia.
El miércoles fuimos al mercado a aprovisionarnos de pescado: unos fresquísimos boquerones, unos filetes de sardina y una ventresca de atún que daba gloria solo verla.
Después, de nuevo las tres tripus, cogimos el funicular que nos llevaría a Érice, magnífico enclave medieval a casi 700 metros de altura. Fue construido por la corona de Aragón y lo cierto es que nos recordaba muchísimo a los pueblos del pirineo aragonés.
Al día siguiente dejábamos Trapani, no sin antes despedirnos hasta pronto del Hobbit IV, que nos regaló atún , de los cinco que llevan pescados hasta el momento. Si algo me gusta del mar es, conocer a más gente de mar, muy poca te decepciona y se crean unas amistades duraderas. Hay, por fuerza, mucho en común , y una serie de códigos compartidos.
De Trapani, a San Vito di Cappo, una preciosa cala con agua transparente a 27 grados. Allí nos dimos un festín con los boquerones en vinagre y los filetes de sardina con ajoperejil y rebozaditos, receta de mi abuela, luego de mi madre y ahora mía. Bendita herencia.
El jueves fondeamos en Scopello, una cala preciosa, entre unos farallones enormes que emergen de aguas cristalinas. Increíble, increíble.
El viernes celebramos el cumple de Pedro, el más joven tripulante del Sonora Dos, los más jovenes lo pasaron pipa lanzándose desde un cabo-liana fijado a un tangón. Los no tanto, también lo probamos, pero Julia no paraba de lanzarse una y otra vez. Julia y Hannah trabajaron durante días para preparar los regalos, una cervatana y una pulsera, que le gustaron mucho. Me arranqué a cantar y después continuamos la fiesta en el Hobbit IV y su grandiosa bañera.
A la vuelta otra sorpresa, el generador no daba corriente. El problema se debió a que se quemó el conmutador que discrimina la corriente del pantalán de la del propio generador. Sebastián, tripulante del Hobbit, pudo hacer una reparación de fortuna, hasta que podamos conseguir la pieza en Palermo.
El sábado , tocó Castellamare dil Golfo, de nuevo otro pueblo precioso y con ambientazo nocturno.
El domingo, Mondello, en plenas fiestas, pudimos presenciar una procesión auténticamente siciliana. Cuenta con una impresionante casa de baños del XIX, las calles abarrotadas. Cenamos con fuegos artificiales prácticamente sobre nuestras cabezas. Pura magia, excepto para Ron, nuestro peludo grumete.
Por fin, el lunes arribamos a Palermo, donde nos quedamos dos d'ias, una ciudad que nos ha encantado, llena de rincones maravillosos repletos de arte y de encanto. Visitamos la ciudad,
repusimos la pieza del generador y aprovisionamos el barco de comida. Es una ciudad hecha para caminarla, callejear y respirar su ambiente.
Ayer salimos de Palermo e hicimos una parada para descansar en Porticello. El agua demasiado caliente, 31 grados...puro caldo! Eso sí, de noche es una sensación única.
Ahora mismo acabamos de llegar a Cefalú....pero eso toca en el siguiente post.
Besos, abrazos, amor.
Fotos de Érice
Fotos de Scopello