El día previsto para dejar Cienfuegos (con mucha penita) es el 9 de enero, sin embargo, la meteo nos obliga a posponer un día la salida. Iremos acompañados por el Longimanus durante unos días, luego ellos volverán a Cienfuegos y nosotros seguiremos camino hasta Santiago de Cuba.
Así que el diez de enero zarpamos, tras el papeleo de rigor. Al pasar por el Morro de Jagua hacemos sonar las bocinas, tal como habíamos quedado con unos amigos que viven allí. Cienfuegos, volveremos!
El primer cayo en el que fondeamos es Cayo Blanco de Casilda, cuarenta millas de distancia y con un viento racheado y rolón, navegación incómoda, en ceñida.
El siguiente cayo es el de Machos de Afuera. El motor principal se recalienta de forma anómala, así que tenemos que mantenerlo por debajo de las 1400 rpm. Julio procede a la limpieza del filtro, pero tampoco. Habrá que revisar el impeler. La mañana siguiente, vamos a bucear y a intentar pescar algo a la barrera de coral, viento por encima de los 20 nudos y corriente desde el sur, del mar de fondo. En una hora estábamos agotados. Aún así, pescamos Julio y yo sendos peces. Llegó un catamarán con veinte turistas dispuestos a bucear y no se atrevieron....estamos en forma! También llega un barco de pesca dedicado a la langosta, el Plástico 56. Julio se acerca a saludarlos. Van, como nosotros, hacia Cayo Bretón, pero, dado el estado del mar, decidieron parar. Van siete tripulantes, el capitán, dos remeros para las chalupas y cuatro buceadores. De la cocina y la mecánica se encarga Flaco, uno de los remeros. Nos ofrecieron langosta al llegar, pero tampoco pudieron coger ninguna por el estado de la mar. Por la tarde, Julio e Iñigo van a visitarles con una botella de ron. Quedan de verse en Cayo Bretón, a ver si Flaco nos echa un vistazo al motor y prometen llevarnos con ellos a cazar langosta. Toda la langosta que obtengan han de vendérsela al gobierno cubano, a 32.000 pesos la tonelada, que vienen siendo 1,35 euros/kilo.
La siguiente parada, acercándonos ya al archipiélago de los Jardines de la Reina (nombrado así por Cristóbal Colón), es en los Cayos Zaza de Afuera. La navegación es placentera, con un viento estable por la amura de babor entre 50 y 65 grados. Tres rizos en las velas y en un par de horas habíamos recorrido las 15 millas al cayo. Julio cambia el impeler del motor principal, pero sigue recalentándose. Creo que podría escribirse un libro sólo con las averías. Pero es normal. Llevamos navegadas cerca de 22.000 millas, son muchas horas de funcionamiento y los equipos se van resintiendo.
Por la noche cenamos a bordo del Longimanus y pasamos una noche estupenda. Con Iñigo y Mara, es difícil pasarlo mal!
El domingo 15 de enero tenemos otro precioso día de navegación hasta Cayo Bretón. Al día siguiente , por la mañana, Julio va a cazar langostas con ellos. Las cogen bajo unas casas o “pesqueros” que montan en el fondo, son cuatro troncos con una plancha de fibrocemento encima, de aproximadamente 1,2x1,2 metros, debajo se ocultan las langostas, que cazan con una especie de ganapán de mango corto, al que llaman “chapingorro”. Julio consigue la nada despreciable cantidad de 11 langostas, de muy buen tamaño, que se suman a las que pescan ellos, que al final del día pueden llegar a los 300 kg de langosta. Yo me enrolo por la tarde, pero bajan a más de ocho metros, y para colmo me he olvidado los plomos. Consigo bajar para ver la maniobra de cerca, pero los pulmones no me dan para mucho más. Es una maravilla verlos.
El martes toca despedida del Longimanus, nos da pena su marcha pero estamos seguros de que volveremos a vernos...quien sabe dónde...el primer encuentro fue en Brindisi (Italia), el segundo en Cholón (Colombia), y, el tercero, en Cuba. Al día siguiente también nos despedimos del Plástico 56. Gente fantástica de verdad.
El siguiente fondeo es en Cayo Anclitas. Cerca está el hotel flotante Avalon, preguntamos si hay algún mecánico a bordo, pues el motor sigue recalentándose. Se ofrece encantado y viene en el plazo de una hora. Finalmente, se trataba del enfriador primario del circuito de agua salada. Estaba medio atascado. Desmontaje, limpieza y parece que funciona. En estas aguas, hay que estar limpiando filtros constantemente, debido a la abundancia de algas (turtle gras), que se meten por todas partes.
Dado que estamos muy escasos de agua dulce, otro yate-hotel nos pasa 600 litros de agua, pues aún quedan varias jornadas hasta Santiago. No sabéis cuánto lo agradecimos. Conseguir agua dulce a veces, en algunos lugares, es una odisea.
El sábado bajamos a la playa, en el primer intento abortamos maniobra, pues vemos en la arena huellas que parecen de cocodrilo (hay cocodrilos en estos cayos...). Segundo intento, esta vez sin huellas, pero sin quitar la vista de la vegetación de detrás de la playa.
La siguiente parada es en Cayo Cuervo, tiene una laguna dentro, con un acceso bastante estrecho y de escaso calado. Así que Julio se acerca a un camaronero a preguntar, por si nuestros datos cartográficos no fueran fiables. Le indican y además le regalan un cubo de camarón de muy buen tamaño recién pescado. Así que Julio y yo, mano a mano, a pelar un cubo entero de camarón que irá en porciones al congelador.
Entramos en la laguna y fondeamos, bien abrigados de viento y mar. Tengo que comentaros que la cartografía en Cuba es muy precisa, nosotros llevamos Max Sea (C-Maps) y Navionics, y van “clavaos”, especialmente este último.
El lunes 23 levantamos fondeo, con idea de ir hacia Santiago con una parada intermedia. Adelantamos la decisión puesto que tenemos muy buen viento, del Sur, algo excepcional en esta época pues los vientos dominantes son del ENE, justo en la nariz para ir hacia la capital del son..salimos con 20/25 nudos y olas de uno a dos metros, yendo por encima de los siete nudos. A partir de las doce suben mar y viento, recogemos trapo al 60% y vamos por encima de los ocho nudos. Fondeamos en cayo Rancho Viejo para pasar la noche y descansar bien, pues este último tramo ha sido un tanto agotador.
El martes seguimos travesía, el viento y el mar han bajado. A las ocho de la tarde estamos doblando Cabo Cruz. Motoveleando llegamos a Santiago de Cuba el miércoles por la tarde. Enfilamos la entrada a la bahía, flanqueada por el fuerte del Morro, dotado con baterías de cañones, huella del pasado colonial español.
Amarramos en la marina de Santiago, está en bastante mal estado y a nuestra llegada ni siquiera hay electricidad.
La marina está a 20 km de la ciudad, y hay un ferry que por un CUC te lleva en unos 20 minutos.
Santiago es la capital del son, una ciudad con cuestas (nos recordó a nuestro Vigo) y con algunos bellos edificios y plazas. Comemos en un paladar y por la tarde vamos a la Casa de la Trova, donde siempre hay música en directo. El maestro de baile de La Casa enseña a Julia a bailar son, y lo pasamos fenomenal. Coincidimos en la marina con otro barco español, el Kalliope, patroneado por Emilio Colomer, acompañado por su amigo, Antonio, ambos de Sevilla.
La marina de Santiago tiene serias deficiencias, entre otras cosas, hemos estado cinco días sin agua, y hemos tenido que discutir las tarifas, pues el gerente pretende inventárselas, igualándolas a las de Marina Hemingway, en La Habana. Cuando esta marina deja tanto que desear. Finalmente, hacemos todos los trámites y el despacho del barco para zarpar el martes 31 de enero.
Como colofón, sobre las vivencias en Cuba en estos casi dos meses, tomo prestada una frase extraída del libro “Cuando el tiempo nos alcanza”, las memorias de Alfonso Guerra: “ la forja de las ilusiones colectivas termina a menudo mecida en el pozo de la decepción”.
En total pasamos menos de una semana en Santiago, toca ya salir de Cuba rumbo a nuestro próximo destino...Bahamas. Pero eso será en el próximo episodio.
Hasta entonces, besos, abrazos, amor.
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Así que el diez de enero zarpamos, tras el papeleo de rigor. Al pasar por el Morro de Jagua hacemos sonar las bocinas, tal como habíamos quedado con unos amigos que viven allí. Cienfuegos, volveremos!
El primer cayo en el que fondeamos es Cayo Blanco de Casilda, cuarenta millas de distancia y con un viento racheado y rolón, navegación incómoda, en ceñida.
El siguiente cayo es el de Machos de Afuera. El motor principal se recalienta de forma anómala, así que tenemos que mantenerlo por debajo de las 1400 rpm. Julio procede a la limpieza del filtro, pero tampoco. Habrá que revisar el impeler. La mañana siguiente, vamos a bucear y a intentar pescar algo a la barrera de coral, viento por encima de los 20 nudos y corriente desde el sur, del mar de fondo. En una hora estábamos agotados. Aún así, pescamos Julio y yo sendos peces. Llegó un catamarán con veinte turistas dispuestos a bucear y no se atrevieron....estamos en forma! También llega un barco de pesca dedicado a la langosta, el Plástico 56. Julio se acerca a saludarlos. Van, como nosotros, hacia Cayo Bretón, pero, dado el estado del mar, decidieron parar. Van siete tripulantes, el capitán, dos remeros para las chalupas y cuatro buceadores. De la cocina y la mecánica se encarga Flaco, uno de los remeros. Nos ofrecieron langosta al llegar, pero tampoco pudieron coger ninguna por el estado de la mar. Por la tarde, Julio e Iñigo van a visitarles con una botella de ron. Quedan de verse en Cayo Bretón, a ver si Flaco nos echa un vistazo al motor y prometen llevarnos con ellos a cazar langosta. Toda la langosta que obtengan han de vendérsela al gobierno cubano, a 32.000 pesos la tonelada, que vienen siendo 1,35 euros/kilo.
La siguiente parada, acercándonos ya al archipiélago de los Jardines de la Reina (nombrado así por Cristóbal Colón), es en los Cayos Zaza de Afuera. La navegación es placentera, con un viento estable por la amura de babor entre 50 y 65 grados. Tres rizos en las velas y en un par de horas habíamos recorrido las 15 millas al cayo. Julio cambia el impeler del motor principal, pero sigue recalentándose. Creo que podría escribirse un libro sólo con las averías. Pero es normal. Llevamos navegadas cerca de 22.000 millas, son muchas horas de funcionamiento y los equipos se van resintiendo.
Por la noche cenamos a bordo del Longimanus y pasamos una noche estupenda. Con Iñigo y Mara, es difícil pasarlo mal!
El domingo 15 de enero tenemos otro precioso día de navegación hasta Cayo Bretón. Al día siguiente , por la mañana, Julio va a cazar langostas con ellos. Las cogen bajo unas casas o “pesqueros” que montan en el fondo, son cuatro troncos con una plancha de fibrocemento encima, de aproximadamente 1,2x1,2 metros, debajo se ocultan las langostas, que cazan con una especie de ganapán de mango corto, al que llaman “chapingorro”. Julio consigue la nada despreciable cantidad de 11 langostas, de muy buen tamaño, que se suman a las que pescan ellos, que al final del día pueden llegar a los 300 kg de langosta. Yo me enrolo por la tarde, pero bajan a más de ocho metros, y para colmo me he olvidado los plomos. Consigo bajar para ver la maniobra de cerca, pero los pulmones no me dan para mucho más. Es una maravilla verlos.
El martes toca despedida del Longimanus, nos da pena su marcha pero estamos seguros de que volveremos a vernos...quien sabe dónde...el primer encuentro fue en Brindisi (Italia), el segundo en Cholón (Colombia), y, el tercero, en Cuba. Al día siguiente también nos despedimos del Plástico 56. Gente fantástica de verdad.
El siguiente fondeo es en Cayo Anclitas. Cerca está el hotel flotante Avalon, preguntamos si hay algún mecánico a bordo, pues el motor sigue recalentándose. Se ofrece encantado y viene en el plazo de una hora. Finalmente, se trataba del enfriador primario del circuito de agua salada. Estaba medio atascado. Desmontaje, limpieza y parece que funciona. En estas aguas, hay que estar limpiando filtros constantemente, debido a la abundancia de algas (turtle gras), que se meten por todas partes.
Dado que estamos muy escasos de agua dulce, otro yate-hotel nos pasa 600 litros de agua, pues aún quedan varias jornadas hasta Santiago. No sabéis cuánto lo agradecimos. Conseguir agua dulce a veces, en algunos lugares, es una odisea.
El sábado bajamos a la playa, en el primer intento abortamos maniobra, pues vemos en la arena huellas que parecen de cocodrilo (hay cocodrilos en estos cayos...). Segundo intento, esta vez sin huellas, pero sin quitar la vista de la vegetación de detrás de la playa.
La siguiente parada es en Cayo Cuervo, tiene una laguna dentro, con un acceso bastante estrecho y de escaso calado. Así que Julio se acerca a un camaronero a preguntar, por si nuestros datos cartográficos no fueran fiables. Le indican y además le regalan un cubo de camarón de muy buen tamaño recién pescado. Así que Julio y yo, mano a mano, a pelar un cubo entero de camarón que irá en porciones al congelador.
Entramos en la laguna y fondeamos, bien abrigados de viento y mar. Tengo que comentaros que la cartografía en Cuba es muy precisa, nosotros llevamos Max Sea (C-Maps) y Navionics, y van “clavaos”, especialmente este último.
El lunes 23 levantamos fondeo, con idea de ir hacia Santiago con una parada intermedia. Adelantamos la decisión puesto que tenemos muy buen viento, del Sur, algo excepcional en esta época pues los vientos dominantes son del ENE, justo en la nariz para ir hacia la capital del son..salimos con 20/25 nudos y olas de uno a dos metros, yendo por encima de los siete nudos. A partir de las doce suben mar y viento, recogemos trapo al 60% y vamos por encima de los ocho nudos. Fondeamos en cayo Rancho Viejo para pasar la noche y descansar bien, pues este último tramo ha sido un tanto agotador.
El martes seguimos travesía, el viento y el mar han bajado. A las ocho de la tarde estamos doblando Cabo Cruz. Motoveleando llegamos a Santiago de Cuba el miércoles por la tarde. Enfilamos la entrada a la bahía, flanqueada por el fuerte del Morro, dotado con baterías de cañones, huella del pasado colonial español.
Amarramos en la marina de Santiago, está en bastante mal estado y a nuestra llegada ni siquiera hay electricidad.
La marina está a 20 km de la ciudad, y hay un ferry que por un CUC te lleva en unos 20 minutos.
Santiago es la capital del son, una ciudad con cuestas (nos recordó a nuestro Vigo) y con algunos bellos edificios y plazas. Comemos en un paladar y por la tarde vamos a la Casa de la Trova, donde siempre hay música en directo. El maestro de baile de La Casa enseña a Julia a bailar son, y lo pasamos fenomenal. Coincidimos en la marina con otro barco español, el Kalliope, patroneado por Emilio Colomer, acompañado por su amigo, Antonio, ambos de Sevilla.
La marina de Santiago tiene serias deficiencias, entre otras cosas, hemos estado cinco días sin agua, y hemos tenido que discutir las tarifas, pues el gerente pretende inventárselas, igualándolas a las de Marina Hemingway, en La Habana. Cuando esta marina deja tanto que desear. Finalmente, hacemos todos los trámites y el despacho del barco para zarpar el martes 31 de enero.
Como colofón, sobre las vivencias en Cuba en estos casi dos meses, tomo prestada una frase extraída del libro “Cuando el tiempo nos alcanza”, las memorias de Alfonso Guerra: “ la forja de las ilusiones colectivas termina a menudo mecida en el pozo de la decepción”.
En total pasamos menos de una semana en Santiago, toca ya salir de Cuba rumbo a nuestro próximo destino...Bahamas. Pero eso será en el próximo episodio.
Hasta entonces, besos, abrazos, amor.
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